Hay que ser inevitablemente moderno" como decía Rimbaud. No cabe ninguna duda de que en el momento presente se suceden y conviven múltiples tendencias artísticas que dibujan un mapa diversificado y muy complejo. Demasiados lugares hacia donde mirar, por lo que la mirada no puede ser única sino que cada cual se busca dentro de un amplio espectro de posibilidades. Pero la reiteración de las propuestas, a lo largo de los últimos años en diferentes momentos expositivos, también presentes en esta exposición, Puntas de Flecha, en la Lonja del Pescado de Alicante, nos remite a lenguajes y visiones que tienen que ver con algo que la crítica y las galerías han aceptado como juego posicional, en el que quedan relegadas otras lecturas, también involucradas en la modernidad. Quizás el elemento que más distancia al artista actual del público en general no sea ya esa provocación de principios de siglo de epatar al burgués, mediante fórmulas radicales, ya que su abuso ha hecho que aceptemos estos recursos con naturalidad. Lo que más distancia es este ejercicio mimético sobre las dominantes del lenguaje plástico, de lo que hay bastante en esta exposición. Una lectura parcial de sólo el efecto externo, de propuestas desarrolladas en profundidad por autores, sabiamente promocionados en el mercado internacional. En estos trabajos expuestos, en Alicante, se observan demasiadas deudas y referencias literales que no por ello ayudan a hacer entendible el discurso, más bien el contexto de la exposición nos habla de una mirada complaciente de aspectos puramente esteticistas, que la critica y ciertas galerías han propugnado, sin más análisis. Entiendo que estas fórmulas están demasiado registradas no por el público general, que no tiene por qué conocer las distintas tendencias del momento, aunque esta información es casi de uso mayoritario, sino por el conocedor de las circunstancias actuales del arte, que se encuentra un tanto defraudado ante la falta de propuestas que contengan algo más personal, actitudes más maduras, más rompedoras. Se tiene la sensación de que esto ya me lo sé, ya lo he visto, no hay historias donde la personalidad del artista marque el discurso, esa pequeña diferencia ante la globalidad. Es una exposición que, pensando en las palabras del comisario, en esa necesidad de elección de unos autores u otros, presenta una negación implícita de otros trabajos, de otra investigación más certera, con un interés por recorrer los estudios para conocer y buscar el trabajo, como se ha hecho en muchos momentos de la historia del arte, sin estar supeditada al tema de la edad o a unas pautas ya impuestas, muy mediatizadas por unos estereotipos, dependientes de una interpretación de las demandas del mercado, que hasta el momento no ha situado a nuestros artistas en ningún lugar, en el ámbito internacional. La organización del espacio expositivo en la Lonja es más que correcta pero nos presenta una lectura unidireccional y excluyente.