Durante las últimas semanas se puede observar cómo vecinos y residentes temporales vienen haciendo claras y expresas alusiones al mal estado en el que se encuentran los caminos y las vías que atraviesan las pedanías y las partidas rurales ilicitanas. La maleza y los matorrales que surgen de los lindes y que poco a poco se adentran en la calzada hasta ir estrechándola de manera significativa y hasta peligrosa. Los baches que no terminan de arreglarse, ni tan siquiera de parchearse,o el mal estado del asfalto configuran una situación que no es nueva, pero además con la que coinciden todos aquellos que recorren de manera habitual y constante estas vías, que, además acogen a mucho más tránsito de lo habitual durante estos meses debido a las estancias veraniegas en chalés y casas de campo de muchos ilicitanos. Cuando Federico Buyolo era el responsable de estas tareas explicaba en estas mismas páginas que la labor de mantenimiento de estos caminos rurales se acometía de manera periódica y coincidiendo con las festividades de las partidas rurales, para dar de este modo esplendor a esos días grandes. Explicación que en aquel entonces ya resultaba una justificación ante las quejas que en aquellos años se formulaban. Pero la situación, lejos de resolverse, se va prolongando en el tiempo, porque si bien es verdad que la extensión del término municipal es amplia y que necesita una gran dedicación, no deja de ser menos cierto que el mantenimiento de estos espacios públicos debe ser una constante programada y ejecutada de forma permanente a lo largo de todo el año, insistiendo aún más en el periodo estival por el uso que se le da a los mismos.

Son esas pequeñas cosas cotidianas que sin grandes inversiones, sin necesitar de extensas partidas presupuestarias, colman la paciencia de todos aquellos que las sufren, de aquellos vecinos que día tras día transitan por esos senderos olvidados que no ocupan el pensamiento de los políticos municipales porque no pasan por ellos o si lo hacen no son capaces de observarlo.

Precisamente por eso resulta muy significativo que el portavoz del equipo de gobierno municipal reflejara ayer en estas mismas páginas ese estado de felicidad general en el que parece que debemos estar inmersos sobre todo por cómo se desviven para mejorar la ciudad. Significativo porque hablaba que están a pie de calle para conocer los problemas de los ciudadanos y resolverlos. Quizás será que recorran otras vías distintas a las que denuncian los hombres y mujeres del campo de Elche o que piensen que cortar la maleza, arreglar socavones y baches de caminos que dependen del Ayuntamiento, no es lo suficientemente atractivo para acometerlo y después poder comunicarlo de manera grandilocuente en los medios de comunicación. Quizás sean estos u otros los motivos, pero no deja de ser menos cierto que al margen de la grandiosa obra del aeropuerto de El Altet, la estación del Ave que algún día tendremos, de esa maravillosa Ronda Sur que desgraciadamente se va a ver retrasada por los recortes del Ministerio de Fomento, al margen, digo de todas esas grandes obras, también es necesario acometer esas pequeñas tareas diarias que puedan, sin dedicar ingentes cantidades económicas solventar esos inconvenientes que los ciudadanos, en este caso del campo, sufren. Pero para eso hace falta gestión diaria y continua, de puertas para adentro, sin que proliferen las cámaras fotográficas o de televisión porque esas pequeñas tareas son las que hacen que efectivamente una ciudad mejore.