Ripoll ya está en la lista de sospechosos de la que se había resistido a formar parte con la vaga esperanza de que, un levantamiento del sumario rapidito, le diera la posibilidad de resarcirse "ipso facto". Pero no ha podido resistir la tentación y, dentro del proceso político en el que está inmerso, ha pronunciado sus primeras palabras condenatorias: "Yo soy inocente". Camps también dijo acompañado de unas risotadas que él pagó los trajes y, tras no demostrarlo sino todo lo contrario, no hay más que ver dónde estamos. A Ripoll no hay que explicárselo precisamente, porque él es el que más lejos ha llegado dentro de su partido a la hora de exigir coherencia -al otro, claro- y de marcar el territorio. Ahora empieza a pisarle parte de él al inquilino del Palau puesto que el mismísimo Ángel Luna ha vuelto la cara hacia el sur de la Comunidad: "Ripoll se está escudando en el secreto del sumario para no dar información sobre el proceso de adjudicación del plan de tratamiento de residuos de la Vega Baja. Lo menos que podía haber hecho es poner encima de la mesa el expediente administrativo para que se pudiera discutir y analizar". También llama la atención que nadie del pesoe en la Dipu ni en la organización provincial haya alzado la voz para señalar lo que ha denunciado el portavoz en las Cortes. O a Luna lo ha designado su partido el Perry Mason de los asuntos tomatosos en exclusiva o es para escamarse y no se fían de que alguien por aquí coja la voz cantante y posteriormente le alcance el tomate. El pesepevé no debería terminarse en Ángel Luna aunque, a veces, lo parezca. El marrón del pepé tampoco se acaba donde daba la impresión sino que da la impresión de que no tiene fin. Ripoll lo que anda es aturdido. Había jugado muy bien sus bazas -desde la Dipu- y es consciente de que las está perdiendo. Su tiempo se puede acabar cuando se encontraba consolidándolo. Barrunta que tiene que reaccionar pero no sabe cómo. Ojú.