Mientras los portavoces de los grupos parlamentarios han seguido a lo suyo en las últimas horas, salimos del Debate del Estado de la Nación sin saber cómo se van a cuadrar los presupuestos ni en qué dirección. Los campus amenazan con quedarse mustios; los presuntos beneficiarios de la Ley de la Dependencia optan por encadenarse y, el choque de trenes entre las distintas administraciones a cuenta del parné, ha logrado en esta parada y fonda nuestra lo nunca visto: que el ave avance cada día más lento. Como de lo que se trata es de ir tirando, parece obvio que la maximización de los recursos resulta básica. Por eso no debemos preocuparnos. Podría poner multitud de ejemplos sobre la coordinación y efectividad de los servicios que se brinda al contribuyente, pero me voy a quedar con uno que, por reciente, brilla con luz propia. La irrupción del Hospital del Vinalopó tiene como objetivo reequilibrar la afluencia de pacientes del contorno en comandita con el General de toda la vida en Elche. En mes y medio, el novísimo centro ha superado las cuarenta y tantas mil consultas externas, atendiendo a unos 5.500 pacientes con 650 operaciones quirúrgicas realizadas. Es decir, que necesidad había. Bien, pues el mayor acicate está en que los sistemas informáticos implantados no son compatibles y que los historiales clínicos del antiguo no están digitalizados, por lo que el trasiego de uno a otro no es, precisamente, instantáneo. Hace unos días fue mi madre, en una demarcación diferente, a lo del Sintrom. Al rato la llamaron por el altavoz: "Eloisa Morales Japón". Acompañada de mi hermana, se dirigieron despacito a la consulta del doctor. Delante de ellas iban dos chavalas, que se metieron antes. Mi hermana abrió, preguntó, el médico hizo lo propio con las jóvenes que, tras volverse, no hacía falta que dijeran más. Al oír el segundo apellido y ser ellas de la tierra del Sol Naciente, pensaron que era la señal. Pero aquí cuesta más que el sistema te oriente.