El fútbol lo juegan once contra once y gana Alemania, dijo Gary Lineker. El Mundial lo disputan habitualmente cuatro selecciones y el domingo lo hará España. Anoche no acertó Lineker. No vencieron los alemanes y de ello no se alegraron los holandeses porque pese el recuerdo de aquella final de Munich en la que la "Naranja mecánica"" la selección que lideraba Johan Cruyff fue incapaz de vencer a la de Franz Beckenbauer aun siendo muy favorita, y ahora le toca el equipo más indeseado. La alegría holandesa estaría justificada si en la final no tuviera que enfrentarse a la selección española que volvió a mostrar su juego de ingenio e improvisador aunque gran parte de sus manifestaciones sean previsibles. Se sabe cómo juegan Xavi, Iniesta y cómo remata Villa y, sin embargo, resulta difícil contenerles salvo que la idea principal sea no perder y todo se centre en defenderse. Pero en un partido de semifinales no cuenta el empate y lo que importa es ganar. Así lo hicieron los alemanes, aunque cerraron espacios forzados por el juego español que les obligó a recular.

España practicó el toque y buscó entradas rápidas con Pedro de francotirador y a quien los alemanes no supieron seguir porque andaba suelto entre líneas. Costó ganar. La defensa germana cubrió bien el espacio del último pase e imposibilitó la posibilidad del remate de Villa, quien solamente tuvo un mano a mano con Neuer y llegó forzado.

El gol llegó de manera impensada y marcado por jugador inesperado. Puyol se levantó como un ariete tradicional y de cabeza remató el corner que dio la victoria y el pase a la final. Costó vencer porque el adversario era mejor que el derrotado hace dos años en la Eurocopa. Por segunda vez, once contra once y ganó España. La historia del fútbol comienza a cambiarse.