Quizá usted sea uno de los escasos espectadores que aún le quedan. Si es así, entenderá la pregunta. ¿Ha visto en qué quedó lo de Concha García Campoy? Un dolor. O un acierto. Se han limpiado la sucia hojarasca de Las mañanas de Cuatro, el camelo del rimbombante "periodismo de investigación", un camelo bochornoso y truculento impropio de una mujer de prestigio que se llenaba los tacones con esputos, jeringuillas, semen, vaginas de alquiler, raptos y otros materiales de desecho social propios de un espectáculo de variedades sangrientas. Ahora apenas tiene una hora. Le quitas veinte minutos de anuncios, entra o no Manolo Lama, el del mendigo, metido con calzador en la supuesta tertulia política, presentas a Pilar García por la derecha, a Arturo González por la izquierda librepensadora y ácrata, das paso a dos llamadas, y a la calle.

En eso ha quedado lo de Concha García Campoy. En nada. Desde que nació, el suyo fue uno de los casos más llamativos de torpeza, desnorte, y lanzadas al aire, cual loco que ve gigantes donde sólo hay molinos, en busca de una audiencia concreta. Que fue imposible conseguir, consolidar, porque uno jamás sabía si quería imitar la mañana de Ana Rosa y sus lagarteranas, la tibieza de ánimo y contenidos no agresivos de Mariló Montero en La 1, o un programa de altas dosis sociales e intelectuales con guiños de vanguardia. Quedó en fiasco, en algo fallido porque ni interesaba a la audiencia basura que se nutre de carroña ni a la audiencia más exigente que no soporta que se la metan con la vaselina del buen nombre de la presentadora. Cuando intentó zambullirse sin más en la mierda, fue tarde. Espantó a los dos bandos. La pregunta es fácil. ¿Volverá en setiembre?