Al día siguiente de despedir a Portugal, los responsables informativos de Telecinco trasladaron la inquietud a la afición al poner énfasis en la siguiente novedad: "Sara Carbonero se ha quedado en la cama". La réplica no se hizo esperar y la modelo paraguaya Larissa Riquelme prometió que, de pegar su selección esta noche la campanada, se unirá a la fiesta quedándose en la plaza de la Democracia de Asunción como Dios la trajo al mundo. Es lo único que le hace falta a la estabilidad de los países de la Región. No es preciso politizarnos más para coincidir en que el Mundial ha alcanzado su fase caliente. Si no que se lo pregunten a Brasil, que debe estar aún echando humo. De cualquier forma por estos pagos la cosa se calentó muy pronto, víctimas de la "fusión fría" realizada con Suiza que, del mismo modo que algunas otras, anduvo en un tris de conseguir que desapareciáramos del mapa. Igualmente ayudaron a subir la temperatura la presencia de la media costilla antes mencionada y la conversión de Zapatones al reino de Alá a través de sus comentarios en Al Jazeera que, según buena parte de la cofradía, amenazaban con desestabilizar a la cristiandad. Se ha demostrado que no porque el Sabio de Hortaleza ahí sigue con sus filípicas. "No he visto a una selección dominante", acaba de declarar a los hermanos alauitas y demás facciones. "El juego que despliega Paraguay -continúa- no le va bien a España", que fue lo mismo que dijo en la víspera de los enfrentamientos ante los dos adversarios anteriores, con lo cual he llegado a la conclusión de que todo esto está pactado. Hay pocos que conozcan al grupo como aquel que lo hizo campeón y sabe que, picándolos, se rearman y no hay quien los pare salvo el guardameta, que para eso está. Hasta él parece rehecho y lo suyo se mira ya con otra óptica. Un dibujante lo sacaba concentrado bajo el arco mientras una intrépida reportera en la cercanía sentenciaba: "Para guay". Alá nos bendiga, que tampoco viene mal.