De entrada, el G-20 fue un invento de los gobiernos de los países que más mandan (G-7, G-8, G-9) que vieron que el mundo estaba cambiando, que ya no había Unión Soviética, pero que había "países emergentes" y que así ya no había modo de responder a los intereses de sus respectivas élites. Así que invitaron a unos cuantos gobiernos, por criterios desconocidos, y montaron este costoso invento que acaba de reunirse en Toronto.

No hay que preocuparse mucho de sus decisiones. Las que tomaron en su primera cumbre (Washington, 2008) fueron trasgredidas por 17 de los gobiernos firmantes. A pesar de ello, esta vez resultaba curioso que el gobierno de los Estados Unidos llevase en la agenda la defensa de políticas de estímulo mientras que los de la Unión Europea fuesen dispuestos a sacar acuerdos en la línea de la austeridad y los recortes. Más déficit frente a menos déficit. Habrá que intentar explicarlo.

La primera explicación es sencilla: los economistas de cabecera (esos que, "en un par de tardes" explican a los gobernantes la diferencia entre Producto Interno Bruto y Producto Nacional Bruto) no se ponen de acuerdo en qué hay que hacer para superar la crisis global. Y si los economistas no se ponen de acuerdo, tampoco sus pupilos. Demasiado fácil.

La segunda explicación es que todo gobernante que va al G-20 lo hace pensando no en el problema común sino en el problema electoral de cada cual y tiene que llevar propuestas "vendibles" (o ya vendidas) a sus respectivos electorados. Explicación todavía más facilona.

La tercera, unida a la anterior, es que las políticas no se plantean para resolver problemas sino para satisfacer intereses y ya no sólo electorales. Pongamos que en la Comunidad Valenciana se hubiese promovido una política para fomentar la inversión valenciana en el extranjero. Se podría haber "vendido" como una forma de favorecer la presencia valenciana en el mundo. En cambio, podría haber sido una política para responder a los intereses de algunas empresas (votantes o financiadoras del partido gobernante) a costa de reducir el empleo valenciano ya que esa inversión se detraería de la que se podría haber producido en la Comunidad. Pues lo mismo. Y ahí sí que empiezo a encontrar explicaciones.

Porque, tal vez, la explicación que hay que buscar es la de quién puede hacer qué. Los Estados Unidos pueden permitirse el lujo de políticas de estímulo que pueden ser financiadas mediante el peculiar papel que el dólar juega en el sistema financiero internacional y más después de esta su última victoria contra el posible competidor, el euro, y con los cambios que se perciben en el renminbi chino. Es una explicación aparentemente económica pero, en realidad, geopolítica: lo que está en discusión, además de cómo salir de ésta, es qué estructura de poder, qué "orden de picoteo" va a resultar de esta debacle.

En la de 1929-1939, el "orden de picoteo", el saber quién manda sobre quién y, sobre todo, el saber quién manda más que nadie, quedó claro. Se trataba de ver quién podía imponer unas reglas del juego que fuesen lo más acordes posible con los intereses de las respectivas élites. Ganó Estados Unidos frente a Inglaterra. Si entiendo bien (y es evidente que lo entienden muy bien los países emergentes -los BRIC de Brasil, Rusia, la India y la China- pero también Turquía y, a pesar de su enorme desigualdad interna, Sudáfrica), eso es lo que parece estar en discusión ahora.

Muchas dudas, como se ve, sobre qué significa exactamente lo allí sucedido. Pero hay una cosa que sí me queda clara y es el carácter poco democrático del evento. Primero, porque nadie, desde abajo, ha elegido a los participantes, que han sido nombrados "desde arriba" (por qué Corea del Sur y no Irán, por ejemplo; no será por democracia ya que está la Arabia Saudita pre-feudal). Segundo, porque los chalaneos para llegar a un acuerdo (que después, como digo, es probable que sea incumplido) han debido ser frecuentes ("te cambio 10 soldados en Afganistán por que retires el segundo punto de tu propuesta" o así). Tercero, porque no nos han preguntado qué queríamos. Y cuarto, porque si me hubiesen preguntado, tampoco yo habría sabido cuál habría sido mi voto y, supongo, lo mismo habría sucedido con muchos ciudadanos sólo que, aquí, no ha valido el criterio seguido con "la roja" (la nuestra) sino que, de nuevo, los asuntos locales han mandado sobre cualquier otro. Total: todo para el pueblo, pero sin el pueblo.vida.