Conociendo como conocemos desde hace tiempo a María Elena Aracil, no nos han sorprendido las declaraciones que la presidenta del AMPA del instituto Las Norias de Monforte del Cid realizó el pasado domingo en el diario INFORMACIÓN. Estamos acostumbrados en el instituto a que nos llame "indecentes" y otras lindezas de más alto tono; por eso, cuando nos llama "estos señores", sabemos que se está mordiendo la lengua. A la presidenta habría que exigirle, cuanto menos, alguna argumentación con que sustentar sus difamaciones, sus contradicciones y sus mentiras. Eso nos habría sacado de algunas dudas relacionadas con la verdadera naturaleza de este auto de fe seguido contra una persona buena y de la verdadera identidad de los emboscados. Porque es una falsedad insoportable que los profesores nos dediquemos a hacer política en clase: nunca ha habido ninguna queja en este sentido; a lo que más se aproxima esta acusación es a aquella foto que colgamos, actuación a la que la misma María Elena no se opuso. Después de aquello, a la orden de impartir EpC en inglés con dos profesores se le aplicó una moratoria y, para la presidenta, eso suponía que ya estaba el problema solucionado...

María Elena dice hablar en nombre de muchos padres y madres pero no nos consta que haya habido una asamblea de padres que hayan firmado un documento pidiendo que no nos manifestemos en el recreo después de que a una persona buena se le abra un nuevo expediente. Seguro que esos padres, que no hablan con el director del centro, se pueden contar con los dedos de una mano y me sobrarían casi todos. Sean quienes sean esos padres (y sabemos, como se verá, que no son ni siquiera la mayoría de los miembros de la AMPA), tienen que saber que las personas, tras ser pisoteadas, humilladas, machacadas y ridiculizadas, necesitan llorar y gritar un poco. Dejadnos llorar. Para vosotros somos payasos que lloran pero en este circo nos habéis metido vosotros.

Añade Elena que al director los chiquillos lo quieren con locura pero es mal director. Una acusación gratuita de esta naturaleza tal vez constituye delito de difamación, de modo que debería asegurarse la presidenta si habla en nombre de todos los padres miembros de la asociación o en el suyo únicamente. Y hubo padres, dice, que colgaron la propia foto del director boca abajo por "discrepancias académicas" que no se pueden explicar, por lo que vemos.

Otra mentira con que nos honra la presidenta del AMPA es que el director suspendió todos los actos de entrega de orlas porque unos días antes había recibido la notificación de apertura de nuevo expediente. Bien, no podemos hacer que ella comprenda el sufrimiento ajeno, pero sí alguien debería decirle que está feo mentir porque el director nunca suspendió ningún acto (que hubiera sido lo preferible, según algunos profesores del claustro), tan sólo se limitó a decir que no iba a organizar esa actividad extraescolar. En verdad, resulta una vergonzosa bajeza exigir al director que haga lo que no tiene que hacer y, si lo hace, denunciarlo a continuación.

Mucho nos tememos que la pobre María Elena esté siendo utilizada y nosotros nos quedamos preguntándonos: "¿A cambio de qué?". A ella le han dicho que diga y por eso abre la boca y dice cosas, pero sin explicarnos la manera en que se destruye el instituto al mezclar la política con la educación. Más que tratar cuestiones de la "polis", es decir, problemas que a todos nos atañen por el hecho de vivir en sociedad, para ella la política debe de ser algo más relacionado con la violencia y la extorsión, que son cosas que sin duda quedan fuera de cualquier sistema educativo. Y, siguiendo con su razonamiento, dice que mezclar política y educación es en beneficio propio, esto es, de los profesores, y perjuicio de todos los alumnos. Se le habrá aparecido la alcaldesa y le habrá inspirado esta incomprensible frase oracular, suponemos. Pero, en fin, llega el momento de cobrar la pieza, porque al buen director del instituto, y excelente persona, le queda un suspiro y la presidenta quiere quedarse con su cabeza para el salón. Y en este momento nadie quiere acordarse de las horas extras de dedicación al instituto, ni del cariño que pone en su trabajo, que no duda la propia presidenta de los padres de Monforte en reconocer abiertamente: "los chiquillos lo quieren con locura". Pero eso no cuenta. ¿Qué tiene que ser un buen director? Alguien debería respondernos.

Que vuelva la normalidad, sí, pero para la presidenta del AMPA la normalidad ¿es que ella gobierne en el instituto? Para nosotros, la normalidad es que no nos machaquen más, que nos dejen trabajar en paz.