En lo que llevamos de Mundial se habrá sacado de esquina unas quinientas o seiscientas veces. O más. Los amantes de la estadística rigurosa, podrán precisar la cantidad exacta. Para el caso da igual. De todos esos centenares de córners, que yo recuerde, sólo un par han acabado en gol, salvo mejor cómputo de los agrimensores del juego, que aceptaré encantado. El dato no va a modificar la conclusión. A saber: el córner, otrora cargado de peligro y tantas veces coronado de gloria, ha devenido en una auténtica inutilidad.

Un viejo adagio futbolístico advierte que "córner bien sacado, peligro en el área rival; córner mal sacado, peligro en el área propia". La primera premisa apenas se cumple, porque se sirve de esquina fatal, casi siempre, como acostumbra España, en corto, con resultados nada productivos. Vicente del Bosque cuenta con ejecutores de pie fino: Xavi, Silva, Iniesta... Y con receptores de buena planta para el remate: Piqué, Puyol, Sergio Ramos, Torres, Sergio, Cesc... Todo es cuestión de preparación y ensayo. Pues nada. De los córners apenas se saca provecho. Hoy, en un partido que se presenta tan complicado, la estrategia puede resultar determinante para la surte final del choque. Ya veremos si se ha mejorado, al menos en los córners.

En cambio, es frecuente que un mal saque de esta falta provoque contragolpes fulgurantes contra el equipo teóricamente beneficiado. Antes, cuando jugábamos en el patio de los reverendos padres, acordábamos que tres córners seguidos eran gol. Los prebostes de la Fifa deberían oficializar esta norma. Hay que rescatar el córner, revitalizarlo, prestigiarlo. Es una de las suertes clásicas del fútbol que en otros tiempos infundía pavor en quienes la recibían y exaltaban los ánimos de los aficionados a los que era favorable. En un partido siempre se registraban tres o cuatro córners épicos.

Ahora, nada. Pese a los ímprobos esfuerzos de algunos zagueros para evitar que la pelota salga por su línea de fondo, como si en ello les fuera la vida, el córner es un mero trámite para los defensas y casi una contrariedad para los delanteros. Una jugada de gran potencial estratégico la han transformado los técnicos, por pura desidía, en un cachondeo.