Decía Benjamin Franklin que aquel que opina que el dinero puede hacerlo todo, será capaz de hacer cualquier cosa por dinero.

Juan Carlos Ramírez es un experimentado hombre de negocios que aterrizó en Elche para eso, para hacer negocios. La entidad deportiva que preside Pepe Sepulcre y que conduce Ramírez es una sociedad anónima deportiva y por lo tanto está completamente abierta a la entrada de cualquier capital, venga de donde venga, y ciertamente hasta la llegada del salvador de La Nucía, el Elche era un barco a la deriva económica abocado a la quiebra institucional y a la reconversión. Para bien o para mal, el día que el fútbol dejó de ser un deporte y se convirtió en un show especulativo cambió para siempre la concepción de un fútbol sentimental para afianzar el nuevo concepto.

El principal problema endémico de la nave blanquiverde, puede que esté en la idiosincrasia ilicitana de las urgencias, de la necesidad perentoria de resultados para ya, y esa impaciencia es posible que haya empujando uno tras otro a los presidentes de turno a precipitarse al abismo de la inversión sin resultado. Los desatinos y las medidas populares poco meditadas de los últimos treinta años, nos dejan al Elche igual que estaba, en segunda y con un futuro incierto.

Todo necesita tiempo, y para tener una buena empresa hay que invertir en su base. La cantera no da rédito inmediato, pero es la única posibilidad de ganancia a medio plazo. Los equipos que venden jugadores son clubes saneados, excepto en aquellos donde intervienen manos oscuras; los que compran se la juegan a cara o cruz, y en Elche suele salir cruz. Con esta máxima es imprescindible mimar, cuidar y proteger el gran activo que tiene el Elche: 60.000 niños en su ciudad. Creemos infraestructuras, trabajemos en los colegios e institutos, enviemos a los ojeadores a Perleta y al Toscar y no fuera. Trabajemos codo con codo con las peñas deportivas. Esa es la única vía. Subir a primera a toda costa no sirve de nada. Hemos de crear una base firme primero para mantener una estructura saneada que garantice el éxito institucional y finalmente los resultados deportivos, pero nunca al revés.

El otro pilar fundamental de una buena base de club es la afición. Hace tan solo unas semanas asistimos a un desagradable episodio de divorcio entre las peñas y el Consejo. La medida inoportuna de hacer pagar a los abonados tras el varapalo emocional recibido en Las Palmas no era la más adecuada. La Agrupación de Peñas trasladó al Consejo las protestas de la afición y le pidió una rectificación. Es cierto que el club tiene la potestad de declarar tres jornadas económicas, pero no la obligación. La Agrupación había mostrado su apoyo al Consejo en otras ocasiones que éste había declarado una jornada de pago, pero el día del Murcia no era razonable hacerlo. Los abonados de este año, fieles seguidores que apostaron en verano su dinero a un proyecto, fueron claramente perjudicados antes las medidas del Consejo de "regalar" sistemáticamente a los aficionados esporádicos entradas a un precio más económico que si se hubiesen sacado el abono. Y el castigo del día del Murcia, sólo ha conseguido que cunda la apatía y la desgana entre el abonado de cara a la renovación del carné para la próxima temporada.

Hay que cuidar a las peñas y a los aficionados, que aunque no son la base económica del proyecto, son la piedra emocional que sostiene un objetivo común. Los proyectos con dinero pero sin la afición, caso de Piterman en el Alavés, no son viables, como los proyectos con afición pero sin dinero. Inexorablemente han de estar ligados. El fútbol según Juan Carlos Ramírez no deja de ser un proyecto sin cabeza. La cantera y la afición han sido apartadas por "innecesarias y prescindibles" en un barco que apuesta por la inversión como única base de un proyecto frío y mecánico que deja el sentimiento de un pueblo y la ilusión de los niños a un lado. Esta concepción siempre fracasa porque el fútbol tiene una parte viva que los empresarios no contemplan en sus números y que acaba por pasarles factura.

Afortunadamente el fútbol todavía es un sentimiento, con dinero, pero sentimiento de unos aficionados que depositan en un balón sus ilusiones y expectativas de felicidad. Ramírez: la vida puede ser maravillosa, el Elche también; dinero, cantera, afición y mano izquierda, no le hace falta más.