Tres autores españoles, José M. Gómez y Francisco Perfectti de la universidad de Granada y Miguel Verdú de la de Valencia, publican un estudio que la revista Nature ha destacado. El trabajo aborda un asunto que desde hace mucho tiempo se daba por supuesto entre los científicos evolucionistas: la interacción ecológica que se produce entre los distintos seres vivos de los diferentes reinos se mantiene a lo largo de los cambios filogenéticos. Dicho de otra forma, las bacterias que entran en simbiosis o infectan a un determinado animal serán parientes próximas de los patógenos presentes en otro animal parecido. Esa especie de maridaje entre seres que pertenecen a distintos reinos puede parecer lógico pero el mundo real es del todo ajeno a los dictados de la lógica humana, así que cualquier intuición, por obvia que parezca, merece ser comprobada. Gómez y sus colaboradores lo han hecho.

Han elegido 116 clados pertenecientes a los tres dominios celulares (aqueas, bacterias y eucarias), amén de virus RNA y DNA, y han estudiado al nivel del género cómo esos 116 tipos de organismo establecen relaciones de antagonismo o cooperación. Los contactos son muy variables pero, en general, cabe distinguir entre organismos que cuentan con una especialización rigurosa (disponen de pocos huéspedes) o más bien relajada (interactúan con un número grande de anfitriones), distribuidos casi por mitades: un 58 por ciento de especialistas y un 42 por ciento de generalistas, aunque las cifras varían mucho desde los virus (un 95 por ciento son especialistas) a los procariotas (sólo el 48 por ciento cuenta con pocos huéspedes).

El estudio de la afinidad que existe entre comensal y huésped es relativamente sencillo en los clados de especialistas, porque son escasas las interacciones a considerar. Pero los organismos generalistas se relacionan con muchos otros y forman redes complejas en las que aparecen "módulos", contactos que son en particular compartidos.

Pues bien, la dinámica tanto de los organismos de interacción simple como de los módulos -su evolución a lo largo del tiempo- indica que aparece una tendencia conservadora en todos los casos. La evolución ecológica parece seguir una pauta mantenida en la relación que se produce -y se conserva- entre organismos que pertenecen a ramas muy separadas del árbol de la vida.

Los autores del trabajo atribuyen esa ley de conservación al nivel de género a que las adaptaciones necesarias para que se interactúe, tanto en el caso del antagonismo como de la cooperación, son un tanto particulares, es decir, están sujetas a necesidades que dependen de cada tipo de organismo y de su forma de explotar los recursos del ecosistema. Una vez obtenidas, cuesta cambiarlas. En especial, los organismos muy conservadores llegan a diferenciarse mucho en el uso de huéspedes entre uno y otro módulo. El matrimonio más duradero de la naturaleza une, vaya por dios, a los patógenos y a los organismos infectados.