Escribir sobre la crisis es algo que me empieza a empachar, pero no encuentro la manera de abstenerme porque cualquier tema que se me ocurre, tomado de la actualidad, incluso el más banal, inocente o intrascendente, acaba fatalmente impregnado del espíritu depresivo que se ha instalado entre nosotros. (Y luego va y pierde España).

Cuando las cosas van mal es una ley que se necesite buscar culpables, independientemente de que, en realidad, lo que se busca son chivos expiatorios. De manera que nos encontramos en la fase inquisitorial previa a la quema en la plaza pública de los traidores e incompetentes que nos han llevado a esta crisis. ¿Y quiénes pueden ser? Pues Zapatero por supuesto, Bibiana Aído, Montilla, Zapatero otra vez, De la Vega, el PSOE, Cándido Méndez, y por otra parte están "los mercados", "la banca", "los especuladores", "el sistema", "los alemanes", "los chinos", etcétera.

Lo digo para significar que no tiene el mismo efecto poner nombres y apellidos a los chivos en cuestión que mentar a entes vaporosos y genéricos: Zapatero está ahí para colgarle el sambenito, pero "los mercados", "el sistema", "los chinos"É son entes lejanos sin apenas significado movilizador. Así que la pelea electoral de brocha gorda que se avecina, instrumentada a partir de los mensajes de los medios, será totalmente desproporcionada: a un lado hay sujetos concretos; a otro, sujetos abstractos. No hace falta decir del lado de quien está la ventaja.

Pero hay algo más preocupante aún: una vez que el Gobierno (no sólo el español, por supuesto, sino los gobiernos europeos en general) ha perdido su posición y ha cedido y cederá aún más al desafío de "los mercados", lo más seguro es que, como dijo Clausewitz, los vencedores se lancen a explotar a fondo su victoria y se dediquen a partir de ahora a vapulear todo lo que huela a Estado de Bienestar.

Porque no nos equivoquemos: las medidas impuestas a España, o a otros países, no son unas medidas cualesquiera con las que el Gobierno pueda jugar: son medidas dirigidas exactamente a adelgazar el Estado, o mejor dicho, a desmantelar el Estado Social. En este sentido, la figura de Margaret Thatcher, que ha vuelto a aparecer por Downing Street junto a David Cameron, va a palidecer en comparación con la que se prepara.

En el paisaje helado que dejan tras de sí "los mercados", que nada saben de cuestiones sociales o políticas, porque para ellos lo social y lo político están subordinados al concepto de economía que hoy se maneja, van apareciendo los rastreadores de chivos. No de otra forma cabe calificar los tertulianos groseros que insultan a mujeres como la ministra Aído o a Marina Geli, consejera de Salud de la Generalitat; el juicio sumarísimo emprendido contra Méndez y Toxo, en tanto que jefes de bandas de aprovechados; los desahogos de un personaje irreflexivo como Luis del Rivero (que debería de estar más preocupado por la situación de Sacyr-Vallermoso); la insolencia de Díaz Merchán, o de Pedro Schwartz y otros mandarines mediáticos de la economía cuyo lema obsesivo es ¡más madera! En fin, los rastreadores están sobre la pista.

Y mientras tanto, Mariano Rajoy, más genuflexo que nadie, como acaba de demostrar en la parodia grotesca de futuro jefe de gobierno que ha ensayado con Ángela Merkel, protestando de que él no es como Zapatero, que es mucho más dócil, y que, por tanto, estaría dispuesto a llegar hasta donde hiciera falta, se dedica a halagar por otra parte los oídos e ilusiones de los empleados públicos, parados, trabajadores, pensionistas, sanitarios, profesores y clases medias, a las que luego llevará al matadero.

La verdad, no se me ocurren cosas simpáticas. A lo mejor hoy gana España.