S egún la definición generalmente aceptada, podríamos decir que el riesgo de liquidez es la probabilidad de que una entidad financiera o empresa pudiera incurrir en pérdidas por no poder obtener los fondos necesarios con los que hacer frente en el momento en que se deben cumplir los compromisos de pago, y a un coste razonable.

Con esta definición podemos indicar que un problema de liquidez puede derivar con toda probabilidad en un problema de solvencia grave y por ello se convierte en un punto clave de la gestión, tanto más si cabe, para las entidades financieras, en estos momentos, que para los directivos de las empresas, los cuales bregan día a día con esta situación, fundamentalmente porque su proveedor financiero tiene mayores y más graves problemas.

En un mercado donde la liquidez en los mercados está muy pero que muy restringida, en un mercado que dada la incertidumbre existente, la confianza en los operadores del mismo no existe, ¿qué salida tiene esta encrucijada?, ¿dónde queda la economía real de las empresas necesitadas de liquidez en su día a día?

Si el cumplimiento de las obligaciones es fundamental en estos momentos, si la confianza en los gestores es básica para seguir funcionando pero nos encontramos que el sistema no funciona, las propias entidades tienen verdaderos problemas para poder cumplir con sus compromisos/obligaciones, el sistema ha hecho fallida, podríamos decir. Las entidades restringen más y más sus facilidades, los clientes alargan más y más sus pagos y al mismo tiempo se exige una mayor rectitud en el cumplimiento de las obligaciones, lo que estamos haciendo entre todos es colapsar el sistema, y parar la máquina de la economía real, que es la que verdaderamente mueve toda la maquinaria.

Pongámonos a considerar si los bancos han sido simples elementos pasivos de esta situación o es al revés, son ellos y su comportamiento parte del inicio del problema. Todos estamos de acuerdo que el comportamiento de la banca mucho ha tenido que ver con la situación actual de crisis generalizada, porque en un breve resumen podríamos decir que han sido víctimas de la ortodoxia financiera que exigían a sus clientes y que ellos no aplicaban en sus criterios de riesgo.

Ahora estamos refinanciando el capital y los intereses al doble que antaño, ¿esto lo haría algún directivo medianamente responsable?, ¿Qué le dirían sus accionistas? Sencillamente lo despedirían por no saber gestionar.

Apliquemos el sentido común siempre. Nos hemos gastado lo que no teníamos ni éramos capaces de producir nosotros ni nuestros hijos. Pensábamos que el sistema nos proveería de financiación abundante y barata siempre, montamos nuestros castillos en la empresa y, muy claramente, en las entidades financieras con un agravante que para estas últimas siempre estará el sistema para salvarlas, mientras que las empresas se caerán al abismo si no pueden soportar esta situación.

Conclusión: dejémonos de hipocresías y de propuestas políticamente correctas para atajar el mal por la raíz; podemos el árbol de todo lo superfluo y seco para que volvamos a renacer, pero con los pies en el suelo; apoyemos a la economía real y dejémonos de activar otra bomba con la espoleta retardada que es la deuda pública; dejémonos de insuflar al sistema ingentes cantidades de liquidez porque estamos manteniendo un muerto sentado en una silla y, tarde o temprano, se volverá a caer porque en realidad está muerto.