Cómo me gustó ver a la ministra de Cultura, a la vez, en La 1 y en La 2. Sucedió el sábado por la noche, cuando Ángeles González-Sinde compareció, simultáneamente, en el coloquio de Versión española con motivo del pase de su largo Una palabra tuya, y en el concierto que tenía lugar en el Auditorio Nacional con motivo de los fastos del vigésimoquinto aniversario de la firma del Tratado de la Unión. De la Unión Europea, se entiende, aunque en aquellos tiempos se llamase Comunidad y la ahora ministra fuese una estudiante de Filología.

Me gustó ver a Ángeles, a un tiempo, en La 1 y en La 2, porque lo suyo es un buen ejemplo de materialización de la felicidad, que no es otra cosa que realizarse con lo que uno hace, o dicho en mi lengua, cobrar por aquello que es capaz de propiciarte tanto goce que pagarías por ejercer.

Ya quisiera yo para mí la mitad de la mitad de la agenda de Ángeles. Sus migajas. Si por algo se caracteriza nuestra ministra de Cultura es por estar donde hay que estar, por ser capaz de multiplicarse para aparecer en todos los actos. De ahí que el guiño lanzado por la televisión pública durante la noche del sábado, aun sin pretenderlo, suene a corroboración de un hecho. Cómo disfrutó Ángeles con Miguel Poveda y Mariza. Cómo en el plató con Cayetana.

Por edad y condición, la ministra Sinde es generacionalmente la mía. Hasta ahora eran mayores que yo, y desde ahora serán más jóvenes. Por eso, porque viene a representarme en cierto modo, me gusta que disfrute por mí. Que sea capaz de sacar a su cargo hasta la última gota de zumo. Tal como haría yo si pudiera, compareciendo en noches como la del sábado a la vez en las dos cadenas públicas.