Según todos los calendarios, la posmodernidad ya debería haber acabado pero, como el barroco, se ha quedado instalada en salones y sitios así. Se ve todos los días en un anuncio de televisión en el que Uma Thurman, la gran actriz, se arregla ante el espejo y éste le devuelve una imagen de ella misma vestida y peinada de otra manera y con otra actitud. El anuncio de perfume se pregunta si es un ángel o un demonio y el espectador no distingue de qué lado del azogue está el bien y de cuál el mal, si de la realidad o de su reflejo. Con Uma Thurman nunca sabemos a qué atenernos porque tiene tanto de guapa como de fea y no está claro si lo que nos atrae de ella es lo que nos repele o, aún más grave, si lo que nos repele de ella es lo que nos trae.

Si lo de la colonia ya huele raro es más chocante lo del coche. Sale como Giulietta de un Alfa Romeo por lo de Romeo (como podría salir de Omega, por lo de Alfa) pero lo que la une al vehículo, según el lema, es que está hecha de la misma materia de los sueños, justo lo que uno no espera de un coche y, con los años, lo que tampoco espera de una mujer (ni ésta de un hombre porque, con los años, ya no suele ni esperar un hombre).

Nada es de lo que uno espera y ya no se distinguen los ángeles de los demonios. El Gobierno socialista español presidido por José Luis Rodríguez Zapatero está tomando medidas del mismo material que las del populista francés de Nicolas Sarkozy o el democristiano alemán de Angela Merkel (todas del material de las pesadillas) y la secretaria general y número dos del PP, María Dolores de Cospedal, a veces es un ángel que sólo va a apoyar "todas las reformas que sean buenas para los trabajadores de toda España" y a veces es un demonio que asegura que el PP es "el partido de los trabajadores". ¿Qué partido queda para los que no lo son y sólo piensan en no serlo para tener a quién explotar?