Siempre hay una regla económica universal, sin excepciones: en los países subdesarrollados apenas se pagan impuestos personales; y por el contrario, en los países ricos son muy altos los impuestos que gravan las rentas de las personas. En los países atrasados, no se trata de que apenas haya riqueza, pues junto a la masa empobrecida hay siempre una clase muy rica, se trata de un síntoma de la corrupción que impone la clase insolidaria que domina no sólo lo económico sino también lo político. En las sociedades avanzadas, aunque igualmente el verdadero poder es de quien domina económicamente, existe en los diferentes grupos políticos diferentes alternativas no vinculadas directamente a lo económico, limitándose el poder económico por la conciencia de una solidaridad social para conseguir el Estado del bienestar.

En la España de Franco, nadie pagaba sus impuestos. En la llamada transición democrática se empezó a gravar las rentas de las personas físicas, y en la primera legislatura del PSOE se acordó que las declaraciones de las rentas se hicieran públicas. Se dieron casos chuscos, como que el mejor despacho de abogado o de médico de Alicante declarase menos ingresos y consiguiente pagase menos a Hacienda que un modesto empleado de banca o un auxiliar de juzgado, o que en la provincia de Soria el primer contribuyente fuera el presidente de la Audiencia que tenía un modesto sueldo. Ante el gran escándalo que se armó, al año siguiente se volvió al secreto de las declaraciones a Hacienda ¡no vayan los ricos a ser secuestrados por la ETA! Esa es la razón que se adujo. Pobres auxiliares o empleados que encima pudieran ser secuestrados por su riqueza declarada.

Poco a poco la gente va pagando sus impuestos, unos porque no pueden librase: funcionarios y empleados; otros por el miedo a Hacienda que cada vez hila más fino. Pero existe todavía la picaresca, tolerada socialmente, de tratar de eludir los impuestos como sea. Desde el pequeño campesino que utiliza para su coche el gasoil subvencionado para el tractor, el grupo familiar que recoge la factura de sus cenas para descontarla de los ingresos profesionales, del empresario que su coche de lujo lo inscribe como de la empresa para descontar su coste y gastos, hasta el ex ministro que declara su chalet de veraneo de la empresa para descontar su alquiler. Hay un verdadero saqueo para las arcas públicas en el impago del IVA. Todos hemos tenido la desagradable pregunta, cuando nos han hecho un trabajo o un proyecto "¿lo quiere con IVA o sin IVA?". Dilema inmoral el que lo solicita. Cuando uno decide que sea con IVA se suele quedar luego con cara de tonto al pensar que muchísimos otros han decido no pagar el IVA.

Pero el fraude a lo grande es el dinero negro, proveniente del impago de impuestos o de negocios ilícitos, que se calcula en miles y miles de millones de euros en la economía sumergida, completamente insolidaria, oculta como vil tesoro, o sacada al extranjero y puesta en paraísos fiscales donde hay verdaderos laboratorios para lavar dinero negro. Mucho de este dinero se negocia en billetes de 500 ?. Hay un proyecto en algunos países europeos de prohibir la circulación de estos billetes. Se podría señalar un plazo para cambiarlos, de quien quiera someterse al fisco tendría que tomarse nota de su DNI al cambiarlos, o bien (como amnistía encubierta) comprar anónimamente con ellos deuda pública a largo plazo. Saldrían miles de millones que ahora están inactivos.

Hay que tener conciencia social de que defraudar al fisco sea con los impuestos o con el dinero negro, supone menos hospitales, colegios, médicos y medicamentos de sanidad pública, policías para perseguir la delincuencia, jueces para resolver nuestros conflictos, gastos sociales, pensiones, obras públicas, servicios municipales, y un largo etcétera que constituye nuestro Estado de bienestar, y por ello debemos ser intolerantes con el fraude fiscal. Debe estar mal visto socialmente, y así reprochar por su insolidaridad al de la preguntita hasta que se avergüence y ya no pregunte más: "¿con IVA o sin IVA?".