Es evidente que el debate de la cultura debe ser necesariamente un proceso prolongado y abierto a multitud de pensadores e ideas, porque no existe absolutamente ninguna cuestión en el mundo que tenga un punto de vista único o una solución unidireccional. Sólo alguien muy desinformado puede pensar que el único tema de debate sea la defensa de unas ideas, para lo cual hay que hacer oídos sordos a las circunstancias que condicionan el propio debate. Debatir sobre la cultura es definir los principales problemas, pero también analizar a fondo todos los aspectos que se relacionan y constituyen una sociedad. El responsable de la gestión cultural no puede limitarse a confirmar el parecer sobre unas decisiones ya tomadas e inapelables, en unas consultas mínimas sin ningún compromiso, como es el caso que vivimos en nuestras instituciones.

El tema es mucho más amplio y complejo. Estamos hablando de una ciudad y su modelo de cultura implica un modelo de sociedad. Este debate ha de desarrollar una verdadera investigación sobre aspectos como la economía, el trabajo y las posibilidades en las que se pueda enclavar este importantísimo y grave tema, en estos días, pero también una reflexión sobre la arquitectura que es nuestra fachada, los espacios verdes, la limpieza, el sonido de las calles, la propia imagen del ciudadano y visitantes, para no caer en lo grotesco, como ciudad turística.

Aspectos externos que de alguna manera nos dibujan, y que son la punta del iceberg de las bases culturales y sociales que la sociedad posee. Un debate sobre la cultura es, por supuesto, un debate sobre nuestros creadores, y las posibilidades para trasmitir su conocimiento y el de toda una tradición a los ciudadanos. Si queremos mantener una imagen potente como sociedad, estos deberían ser del dominio público. Y para ello otro aspecto importante es el de la autoridad que otorgamos a los responsables políticos en la gestión de la cultura. Quizá una de las causas que más condicionan el funcionamiento de los espacios y centros culturales que tenemos en Alicante.

No se duda de la buena voluntad del político, no se trata de eso, dudamos de la capacidad para hablar y reunir a todos los sectores sociales en un debate amplio sobre lo que queremos realizar con nuestra ciudad. Porque nunca se ha hecho. Son ya treinticinco años desde la muerte del dictador y todavía tenemos que reivindicar una gestión cultural independiente. ¿Cómo vamos a pensar en un debate global, concertado con todos los sectores implicados en la construcción de una sociedad?