El quite, la noticia torera de la semana. El quite, que bien pueda tratarse de que le quiten a uno, caso de suspensiones de cargos por golfería o abusos de influencias. El quite, cuando los hay que se quitan por sentido de la responsable honradez y, atentos al público compromiso adquirido en las urnas, dejan sus cargos de la mismísima presidencia del Estado, he ahí Alemania, o la jefatura del gobierno, he ahí el caso, tan reciente, del primer ministro japonés. En otras situaciones, sin intención de "señalar", los hay que hacen cuestión de permanencia lo de " Santa Rita, Santa Rita: lo que me dieron los votos en listas cerradas ni a "desdiciones" se me quita". El quite, ea, de quitar, quitarse y ser quitado...

Tercio de quites se denominó, como añadiendo otro tercio al de varas, que naciera como "quite" al caballo" antes de los petos y, con el paso del tiempo, el aumento del volumen de las acolchadas defensas del caballo y la selección de la casta, más en busca de la docilidad que de la fiereza, acabara por convertirse en quite al toro.

De ahí la paulatina reducción del número de varas y, como fatal consecuencia, la testimonialidad del quite, que pasa a ser una singularidad a veces no más allá de unos intentos en los que suele imperar la rutina y la ausencia del contraste, de la rivalidad, del pundonoroso estímulo. Todo sea por y para la muleta. Para que se nos "deleite" con rutinarias series de derechazos e izquierdazos vengan o no a cuento según las características que presente el toro para su lidia. La lidia...

Desde el nonagenario quite "del Perdón", un cambio de rodillas, bello y en desuso, con el que algunos toreros tapaban tardes desgraciadas, a la riqueza de la verónica. El farol, la gaonera, frente por detrás, navarra, mariposa, chicuelina -esa rutina de la modernidad actual-, ortizina, tapatía, saltillera, "puente trágico", delantal, largas y recortes, tijerilla, con la enjudia de la ceñida media verónica y la airosa riqueza de la serpentina y la revolera.

Tantas y tantas suertes que, en lógica y generosa competencia, llevaron a los tendidos la satisfacción del disfrute del toreo en una de sus mejores facetas. Y el aficionado que echa mano de su memoria, de su historia, de su íntima vivencia, y se pone a recordar aquellas tardes en que la rivalidad se hizo presente en el ruedo. Tantas veces salvando tardes decepcionantes. Y quedaba materia para recordar y discutir en las tertulias. ¡ Ah, de las tertulias...!

Morante de la Puebla, airosa fluidez en su templada cadencia, Daniel Luque y en mensor grado Cayetano, devolvieron la sentida emoción del quite. En Las Ventas. Beneficencia.. Alicante. Junio.