Parece por fin que una vez contestadas las alegaciones y tras una nueva aprobación, el Ayuntamiento de Alicante envía a la Conselleria el PGOU para que sea declarado hábil y competente. La redacción y tramitación ha tardado para su desarrollo la friolera de once años, fijando su comienzo al amparo de una legislación y concluyendo con otra. También es importante consignar que varió el equipo redactor siendo capitaneado en principio por Lluis Cantallops y terminando otro equipo cuya cabeza era Jesús Quesada, sin contar que entre ambos hubo un extraño periodo intermedio.

Pero lo más significativo para alguien de fuera de Alicante ha sido la exclusión de las cuestiones más importantes del urbanismo alicantino en el contenido de ese Plan. Resulta curiosa la catalogación como elementos ajenos al plan de aquellos puntos que inciden de manera contundente en la ciudad.

Pongamos por caso, en primer lugar, la estación del AVE y el parque central. He aquí el mayor error de la planificación territorial alicantina, sobre todo si viene aderezado con una discusión Ayuntamiento-Fomento basada en cuántas torres me vas a autorizar para conseguir una buena estación. ¿Tiene sentido tal trueque?

En segundo lugar entra en liza el plan Rabasa, elemento básico para el desarrollo futuro de la ciudad, con una previsión inicial de 15.000 viviendas (recortadas a 13.500) y con intención de ubicar allí equipamientos comerciales de escala regional. Y aquí cabe cuestionarse que un plan de tamaña envergadura; importante por sus dimensiones y contenido; pieza fundamental del crecimiento urbano, se gestione al margen del Plan General. ¿No es un desglose al menos asombroso? No sé si es ilegal. En cualquier caso resulta al menos improcedente en nuestra doctrina urbanística. Y no hablemos de otros desarrollos menores como el Plantío, ese campo de golf y 200 viviendas, que llega a situarse en suelo no urbanizable, a través de una declaración de interés comunitario.

Pues bien, la pregunta básica que surge ante tanto despropósito sale enseguida a flote: ¿Se puede desarrollar una ciudad sin Plan General? O bien: ¿Para que sirve un Plan General? Porque parece que en Alicante lo tienen claro. De entrada se puede estar once años gestionando un PGOU, dejando en definitiva que la ciudad pueda crecer por sectores, sin que eso tan medular -que los urbanistas han decidido llamar la estructura de la ciudad- se resienta. Y luego el Plan General quedará pautado: sólo servirá para encajar convenios acordados con distintos agentes urbanos.

Ya en Barcelona 92 un gran arquitecto como Oriol Bohigas estableció que no cabía redactar un nuevo Plan General para acoger las Olimpiadas. Gran valentía la suya, puesto que Oriol rompió la concepción tradicional del ensanche barcelonés para reivindicar un concepto olvidado: la apertura de Barcelona al mar. Dispuesto a lograr sus fines Oriol desarrolló una nueva herramienta: "el proyecto urbano". Por medio de este subterfugio, se podía mejorar el espacio público sin tener que llegar a un nuevo Plan. La idea quedaba clara: la simple modificación de aquella parte del planeamiento que no se ajustara al proyecto urbano sería suficiente. No cabía transformar lo demás. Y vale recordar que fue precisamente Lluis Cantallops el encargado de la redacción del Plan Especial de la Zona Costera de Barcelona, aquel que recogía el proyecto de construcción de la Villa Olímpica.

¿Qué conclusiones podemos extraer para la redacción del Plan General de Elche, a la vista de cómo se han comportado nuestros vecinos? La respuesta para alguien que cree en el planeamiento como yo no es sencilla. El planeamiento se ha complicado con herramientas cada vez mas sofisticadas y a su vez se ha banalizado, transformándose en un discurso inconexo. Con todo, el urbanismo sigue subyugando. De él se espera que mejoren las ciudades.