Dos superpotencias se impusieron en el mundo en 1945 cuando la Alemania nazi se rendía incondicionalmente. Durante décadas su poder fue incuestionable y casi no había espacios al margen de la influencia de ambas. Las dos superpotencias con sus inquietantes arsenales nucleares disuasorios no dudaron en invadir países, promover "guerras civiles" o golpes de Estado. A diferencia de otras épocas no constituyeron imperios como lo hicieron en su momento España, Inglaterra, Portugal, Holanda o Francia, pero en la práctica colonizaron. Los viejos imperios, decadentes, se derrumbaron dejando desamparadas a las poblaciones que habían ido a "civilizar". EE UU y la URSS exigían el estar conmigo o estás contra mí, a todo esto con la amenaza real de una hecatombe nuclear, la última guerra... En los sesenta Robert Ardrey escribió en La evolución del hombre: la hipótesis del cazador, "eran los años de la guerra fría, dominados por nuestros temores concernientes al arma definitiva".

No sólo no se acabó la historia como se escribió cuando derrumbaron pacíficamente el Muro de Berlín y el presidente Bush creyó que el siglo XXI sería el Siglo Americano (se equivocó de siglo). La iniciativa de Brasil y de Turquía con Irán para el intercambio de uranio ha sorprendido e inclusive molestado. Llegue o no a buen puerto esta oportuna iniciativa evidencia que la correlación de fuerzas es otra. Los "grandes" están molestos pero no se animan a prohibir estas iniciativas; no pueden. Brasil y Turquía, llamadas emergentes, son potencias, con un peso significativo en la arena internacional.

Resulta anacrónico que aún hoy cinco países, los vencedores en la Segunda Guerra Mundial, EE UU, Rusia, China, Francia y el Reino Unido, sean los únicos miembros permanentes en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Coloca a la ONU al margen de la realidad y no se tiene otro instrumento para ordenar el planeta. Japón, Alemania, India, Sudáfrica o Brasil, convendría que se incorporaran a ese consejo permanente, un primer paso para reordenar, actualizar, esta institución.

Un mundo dejó de existir (cuando los bárbaros invadieron el Imperio Romano o China fue ocupada por los mongoles..., ocurrió otro tanto). El estatismo soviético se derrumbó, el capitalismo atraviesa su peor crisis, más profunda que la de 1929. En pocos años se producirán cambios muy significativos. ¿Será para mejor? Ya se verá.

España tendrá que hacer un esfuerzo para participar en este otro orden mundial. Es una potencia... pequeña. Gracias al castellano entre otros factores mantiene una presencia en Iberoamérica (y Lula decidió que se enseñe la lengua de Cervantes en las escuelas brasileñas). Tiene una influencia, más o menos, en la otra orilla del Mediterráneo. Desde el seno de la Unión Europea (y del euro) se tendrá que reflexionar y especialmente qué valores se defienden. ¿El dinero mueve el mundo? No siempre. Basta recordar la repercusión que han tenido durante miles de años esos pergaminos que llamamos el Viejo Testamento.

¥ Firman también este articulo, Diana Andreea Sumánaru, coordinadora programas asociación AFAS y Zohier Draioui, coordinador programas inmigración.