Por ejemplo, se calcula que hace diez años, 2 de cada 10 hogares españoles tenían un animal de compañía. Los tiempos evolucionan, hoy en día son algo más seis de cada diez. Así, si en España existe una media de diez millones de familias formadas por cuatro miembros y de éstas el 60% tienen animales de compañía, quiere decir que existen unos seis millones de mascotas, más o menos.

Por otro ladoÉ Sabemos también que, según las cifras estimativas, cada minuto una media de dos animales son abandonados en nuestro país. Es decir que, cada año, aproximadamente 1 millón de animales son abandonados, me refiero a abandono real y total, no a cifras de animales recogidos que nunca contabilizan a los pobres atropellados, envenenados, etc, etc, que mueren en la calle. Así que, según la media, parece cierto que, al menos, una de cada seis personas abandonará a su animal de compañía. ¡Increíble!

Pero, si quieren afinar aún más, según todo ésto, no le quepa la menor duda de que usted habla todos los días, se relaciona, toma un café o puede que incluso se enamore de alguna persona que, a lo largo de su vida, ha podido abandonar alguna vez a su mejor amigoÉ Evidentemente, no dejan de ser medias o porcentajes, peroÉ Es para pensarlo.

En fin, dejemos a un lado las estadísticas y volvamos a pie de albergueÉ Al fin y al cabo, no lo puedo remediar, siempre pienso que no hay nada como conocer a los protagonistas de la anterior realidad, a seres como Luna que vive en una jaula del albergue porque su dueña se marchó lejos y se olvidó de ella pese a que cada día sigue esperándolaÉA Blanca, una perra que apareció en el puerto, en la zona de aduanas y que seguramente el dueño abandonó al partir de viaje ¡Que pena!... O a Sueño, un perro sin raza ni noble linaje que, como todo patrimonio, tiene una cicatriz que le cruza de lado a lado, por un mal palo que le pegó su dueño.

Todos ellos están en esos tantos por cientos que a cualquiera ponen los pelos de punta, cifras altísimas que, no deben quedarse sólo en datos porque, no olviden nunca que, aunque fuera un solo animal el que cada año fuera abandonado, sería una cifra infinita para todos aquellos capaces de emocionarse con el ladrido de un perro, el maullido de un gato o el vuelo de un gorrión.