Alguien pensará, con acierto, que la Dama d'Elx está en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, y quisiera tenerla en Elche; otros, como yo en el recuerdo, que todavía en La Glorieta; y unos pocos afortunados, poseedores de una réplica, que no es cierto, porque está en su casa. Pero la Dama, del barcelonés barrio de Sant Andreu de la Sagrera, ha desaparecido. La Plaça d'Elx, de Barcelona, ha quedado sin la Dama que la presidía, y el pedestal sobre el que asentaba está vacío. Queda la placa informativa, ante el asombro de los vecinos que por allí pasan, que con el índice señalan su falta. Sí señores: la reproducción de la Dama que se colocó en un día lluvioso del mes de enero del pasado año, con la asistencia del alcalde de Barcelona y la del ilicitano, Alejandro Soler, en nombre del Ayuntamiento de Elche que lo donaba. Poco tiempo después daba cuenta de que un artista que no tenía otra cosa que hacer -y lo que hizo no era bueno-, con surrealismo tribal le pintó a nuestra Dama unos bigotitos a lo Dalí y un signo hindú en el entrecejo.

Juntos. Fui a visitarla y no oí que saliera queja alguna de sus labios, mostrándome su milenaria serenidad. El lugar me pareció agradable entonces, y pasé con ella un buen rato sentado en un banco. Cuando me di cuenta, estaba escribiendo notas en un papel que encontré en mis bolsillos. Recuerdos olvidados de sitios, personas y cosas que, como ella, han significado algo en mi vida. Recreé entonces recuerdos haciéndole compañía, removí sentimientos y mitigué la soledad. No es posible vivir momentos pasados de nuevo pero es posible sentirlos casi con idéntica intensidad. Depende de cuánto han ollado nuestra alma y es un modo de revivir, creyendo que nada se ha perdido porque nada envejece en el recuerdo. Con el paso del tiempo uno crea su tesoro de recuerdos, que conviene guardar con avaricia, para retornar de vez en cuado lo que un día nos hizo feliz, y como la memoria es selectiva, también conviene recordar lo que hemos querido olvidar para saber lo que somos.

Pedestal vacío. Han robado la Dama d'Elx de unos jardines, que llamé de la amistad, en Barcelona. Ahora he vuelto a esa plaza, donde reina para mí la desolación, con un pedestal vacío. He vuelto a sentarme allí, alguien me ha mostrado que falta, y sin su compañía me ha parecido que el lugar carece de interés. No he escrito esta vez. Lo he hecho al volver a mi casa. Escribir es una afición, al alcance de cualquiera, que como el dibujo te permite trasladar al papel los sentimientos. No es privativo de los escritores y los pintores el ejercicio mental. Los contables también pueden anotar sentimientos, si en ello tienen interés, y es lo que yo pretendo ahora. No es cuestión de hacerlo bien, sino de dar fe de nuestra historia personal, y descubrir el camino de nuestro propio mundo. No hay riesgo en dejar volar la imaginación. Las mejores páginas y los mejores cuadros, se hacen sentados en el sofá sin que nunca se materialicen. Recuerden aquella arquitectura de madera que tuvimos, cuando éramos niños, con figuras geométricas de colores, con los que construíamos edificios de fachada neoclásica. Para lograrlo, sin que las piezas se cayeran, era preciso mucho cuidado y mantenerlas en equilibrio. Lo más curioso es que después, una vez hecha la obra, sentíamos una especial satisfacción cuando, con un manotazo, las hacíamos caer. No es ninguna broma, y menos una mala acción. Era aquello, simplemente, un adelanto de lo que muchos hemos hecho después, con nuestras vidas, por el gusto de ver que somos capaces de salir adelante una y otra vez.

¿Para qué? ¿Cabe preguntarse quién ha robado la Dama d'Elx, y para qué? No se trata en este caso del robo de una obra de arte, a la que se le vaya a sacar un beneficio económico. Creo que tampoco es la acción de alguien que quiere tenerla en su casa. O sí. ¿Por qué no? ¿Usted lo haría? Lo más probable es que se trate de alguien que quería demostrar, o demostrarse, que era capaz de hacerlo. No lo disculpo, pero lo comprendo. En la loable ansia de desarrollar nuestros talentos, el problema muchas veces es que equivocamos la empresa a realizar. Pero la vida es así. Cada uno debe inventar su modo de acercamiento al pasado, al presente y al futuro, y conviene buscar la compañía de aquellos, a los que amamos, para no estar solos.