Cuando la veda para abatir al juez Garzón sigue abierta y una buena parte de la clase judicial y política anda frotándose las manos ante la casi inevitable desactivación de (aún con todas las sombras) uno de los magistrados más valientes que ha parido este país, el órgano que va a ejercer de verdugo se acaba de descolgar con una sentencia en la que exonera de toda culpa a una juez que no sólo se negó a cumplir la ley (la que obliga a unir en matrimonio a personas del mismo sexo, le guste o no) sino que acusó al fiscal, utilizando además la oficina de prensa del TSJ, de haberse convertido "vergonzosamente en un apéndice del Gobierno". Alega el tribunal que las críticas de la juez fueron a título personal por lo que las ampara la libertad de expresión. Pues no saben lo que me alegra, porque al menos así puedo decir que, más que un cachondeo, la Justicia es una verdadera desvergüenza. No es que sirva de mucho, pero desahoga.