Fernando Chapín, Fer, se ha ido en la noche sin decirnos adiós, o quizás sí nos lo dijo el viernes pasado en Clan Cabaret, con la sala abarrotada de un público que él, poco a poco, de la mano de su "Jefa" Mamen, ha ido fraguando y mimando con humor y amor. Desde hacía un tiempo coordinaba la programación de la que, sin duda, es el espacio emblemático de la cultura golfa de la noche alicantina. Era casi un espejismo llegar a la sala media hora antes de iniciarse el espectáculo anunciado y toparse con un montón de gente, de todas las edades, convocadas al calor de un monólogo o un número de magia. Era casi un espejismo porque costaba creerse que una ciudad como la nuestra se rindiese, al fin, a un trabajo bien hecho.

Y eso sólo pudo conseguirse con la pasión y la ilusión con la que vivía su trabajo. Fer te recibía siempre con la sonrisa del que te va a regalar una sorpresa minuciosamente preparada, de quien estaba convencido de que la cultura también se puede servir en vaso largo, junto a un cubata o una cerveza. De quien apostaba por compartir sus sueños con aquel que quisiera ser su amigo, al filo de la madrugada.

Y ahora, de repente, se nos ha ido. Y este fin de semana no recibiremos su mail contándonos lo nuevo que ha organizado para nosotros. Ni lo veremos, de aquí para allá, en la sala, con su mirada cálida y sus nervios de niño grande y bondadoso que no quieren perderse detalle.

Pero seguirá en la piel de las noches del Clan, sólo que el flash de su cámara de fotos parpadeará desde ese otro rincón donde sólo nuestra imaginación puede llegar, ese lugar al que habrá llegado a lomos de su moto, y que pondrá patas arriba con su chispa noctámbula y el buen rollo que ha sembrado en todos los que tuvimos la suerte de conocerle.