En 1934, en plena II República, tres ilustres de nuestras letras y nuestra música se dejaron caer por la costa alicantina de la Marina Alta para admirar de cerca los paisajes del maestro Gabriel Miró. Hablo del compositor Óscar Esplá, del poeta Jorge Guillén y del polifacético Juan Guerrero Ruiz. Este último era, entre otros méritos, secretario de Juan Ramón Jiménez y "cónsul general de la Poesía Española", según palabras de Federico García Lorca. Su amistad con los poetas del 27, su excepcional relación con Miró y sus labores de animador cultural (fundó, entre otras, la revista "Verso y Prosa") se completaba con su tarea de traductor de autores como James Joyce, David H. Lawrence y Valéry Larbaud. Aquel verano de 1934, Juan Guerrero llevaba tres años ejerciendo las labores de secretario del Ayuntamiento de Alicante y no desaprovechó la ocasión de viajar hasta Calp y propiciar un hecho que, apenas un año más tarde, provocó la construcción del primer establecimiento turístico de la localidad y del litoral. Así lo narraba el mismo Guerrero Ruiz en el libro de honor de la hostería: "Un verano en que nuestro propósito de pasar unos días junto al Ifach con el gran pintor inglés Christopher Hall, se frustró lamentablemente, surgió en mí la idea de fundar este Parador. Las dificultades de todo género se acumulaban invencibles cuando encontré dos decididos colaboradores: el Arquitecto Miguel López González y el alcalde de Calp, Antonio García Sapena. Juntos realizamos el milagro. El día 25 de mayo de 1935 se inauguraba con gran alegría y venturosos auspicios, el "Parador de Ifach"".

En realidad, el hotel fue fundado por Manuel Giner Ivars, vecino de Benissa, y el citado Antonio García Sapena. Marcó un hito en la historia de la hostelería provincial y su éxito fue absoluto desde el día en que quedó inaugurado. Aquel parador levantado sobre las tierras que la sociedad Giner-García había comprado a Juan Ronda "Babós", había nacido como espacio selecto para una clientela indudablemente distinguida. En él se alojarían políticos como Manuel Azaña e Indalecio Prieto a los pocos meses de abrir sus puertas. Ya se respiraban aires de combate pero ni siquiera la Guerra Civil o el tiempo en el que fue requisado el hotel por el Frente Popular impidieron su ampliación y desarrollo. Así, pocos años más tarde, se deshizo la sociedad y Manuel Giner Ivars dejó el parador para dedicarse a la gestión de la histórica Venta La Chata, propiedad de su esposa Francisca Cabrera Bañuls. De este modo, la titularidad del establecimiento quedaba en las solas manos de García Sapena y, sobre todo, en las de su mujer, doña Pilar Vives Santacreu, alma del hotel y verdadera artífice de su prestigio y de su popularidad.

Durante la posguerra y hasta la década de los 60, por aquel local circularon personajes de lo más popular y variopinto: Hemingway, Azorín, Pedro Laín Entralgo, César González Ruano, Carmen Conde, Amanda Junquera, Raf Vallote, Ava Gadner, Orson Welles, Bette Davis, Gerardine Chaplin, Joseph Cotten, el príncipe de Prusia, Adriano del Valle, María Félix, Carmen LaforetÉ. "El que quiera darse una leve idea del paraíso -escribía el mismo Hemingway-, que pase unos días en el Parador de Ifach, y luego lo comprenderá".

Y lo cierto es que al novelista norteamericano no le faltaba razón ya que a la belleza del enclave y al clima paradisíaco había que sumar el trato acogedor de sus gentes y el placer de hospedándose, como en casa propia, en una lujosa habitación del hotel, siempre al amparo y al cuidado de doña Pilar Vives, toda una madre, y de Pilar García después, cuando la dueña faltó en 1962 y se hizo cargo la hija del establecimiento con iguales mimos y atenciones. Fue por esas fechas cuando hubo que cambiar el nombre primitivo, Parador de Ifach, por el de Paradero de Ifach por imponderables del régimen. No quisieron los dueños ceder el negocio al Estado ni sumar el hotel al proyecto de Paradores Nacionales promovidos por el ministro Manuel Fraga Iribarne. Sin embargo, sobrevivió a toda amenaza, a las épocas de hambruna y a los planes de desarrollo, a todas las crisis conocidasÉ; a todas menos a la plaga de la especulación urbanística.

Ahora, sobre el viejo solar del hotel, al borde de la cala del Cantal Roig, se eleva un edificio de cemento sin alma. Si preguntan a algún lugareño informado le dirá que hace once años que demolieron el establecimiento. "El Paradero cerró sus puertas en febrero del 98 -nos cuenta un camarero de la zona-, pero no se vaya a creer que alguien lloró por ello. La oferta de la constructora Calport Marbella S.A. no se podía rechazar. Además, se comentó que la dueña, doña Pilar, estaba hasta el gorro del negocio y tenía toda la razón: llevar un hotel era mucho trabajo para una sola persona".

Estos días, al visitar el Museo Arqueológico de Alicante y contemplar de cerca la exposición "Calp: arqueología y museo", no sé exactamente por qué, la belleza y el recuerdo del viejo Parador han resucitado ante mis ojos. La fabulosa mole rocosa del Ifach, la luminosa imagen de los Baños de la Reina, me han traído de golpe las viejas palabras de Juan Guerrero Ruiz: "surgió del mar azul ante mis ojos encendido y glorioso de sol ponienteÉ".