La entrevista publicada por este periódico el pasado domingo, en la que el portavoz socialista en el Ayuntamiento de Alicante y secretario general de la agrupación local, Roque Moreno, lanzaba de una forma harto expresiva su candidatura para pelear por la Alcaldía con Sonia Castedo en 2011 ("El próximo alcalde de Alicante será socialista. Y seré yo", era el titular), ha desatado de forma anticipada los movimientos en el partido precisamente a la busca de un nombre que oponer al de una alcaldesa que, de momento, tiene los vientos a su favor.

Moreno tiene una situación difícil. La valoración que el partido en general hace de su labor de oposición a Castedo es mala. Y son muchos los dirigentes socialistas que piensan que es otro el caballo por el que hay que apostar. Cualquiera que haya hablado desde el domingo con los "notables" del PSOE, o ha encontrado críticas hacia Moreno (lean la entrevista que hoy publicamos con la secretaria provincial del partido, Ana Barceló) o, como mucho, ambigüedad respecto a su futuro. Siguiendo la pauta del do ut des, Moreno debería contar con el apoyo del secretario general del PSPV, Jorge Alarte, ya que el portavoz municipal fue de los primeros en manifestarle su apoyo al valenciano para que ganara el congreso que le puso al frente de la organización. Pero incluso Alarte juega con él a nadar y guardar la ropa: lo proclama candidato en ruedas de prensa, saltándose a la torera todo el mecanismo de selección que el propio PSOE tiene establecido, pero luego permite que le ninguneen y no le dejen intervenir nada menos que en un mitin en la Universidad, su territorio natural, aquél de donde salió catapultado a la secretaría local del partido.

Se buscan, pues, candidatos. Y hay dirigentes importantes (el vicesecretario del PSPV y alcalde de Elche, Alejandro Soler, con el apoyo implícito, que no público aún, de la secretaria federal de Organización, Leire Pajín, por ejemplo) que vuelven a apostar -el PSOE vive desde hace años atrapado en el eterno retorno de Nietzsche-, por el recién salido presidente de la Cámara, Antonio Fernández Valenzuela.

¿Puede ser buen candidato? El mejor o el peor, según se dé el caso. Su trayectoria, desde que le dio la bofetada a Lassaletta y dejó la Diputación, juegan en contra de él. Su capacidad de liderazgo y el hecho de ser uno de los pocos políticos alicantinos que sabe lo que habría que hacer con la ciudad, a favor. En todo caso, el hecho de que su nombre vuelva a salir a la palestra está más que nada relacionado con una estrategia política determinada: la de que el alicantinismo "vende" mucho en la capital y es, al mismo tiempo, el flanco más débil de la alcaldesa, cuya dependencia de Valencia y cuyo enfrentamiento con Ripoll le hace aparecer como alguien capaz de cantarle las cuarenta a la oposición con ganas y con descaro, pero excesivamente sumisa cuando de la Generalitat se trata. También con un análisis que no anda errado: el centro urbano es, y seguirá siendo, patrimonio del PP; luego o los socialistas recuperan los votos de los barrios y ambos partidos se la juegan luego al siempre azaroso sufragio de las playas, o no hay nada que hacer. Y muchos están convencidos de que sólo Valenzuela puede obrar el milagro de que los barrios vuelvan a caer del lado socialista en un momento de crisis como éste.

En las próximas semanas habrá sondeos entre la militancia y contactos entre los principales dirigentes socialistas para saber si una candidatura como la de Valenzuela podría ser aceptada por la mayoría del partido. Algo problemático porque las condiciones que el propio Valenzuela pondría (libertad absoluta para configurar una candidatura en la que tendrían que incorporarse nombres que los ciudadanos identificaran claramente como gente con prestigio propio y ganas de gobernar, no someterse al pim-pam-pum habitual en las asambleas del PSOE, que él tan bien conoce, etc.), son costosas de asumir. Y si aun así eso fuera posible, quedaría solucionar el encaje entre el discurso alicantino de Valenzuela y el general que debe hacer el candidato a la Generalitat. No es fácil de resolver ese sudoku.

Pero no sólo su nombre está sobre la mesa. Luis Berenguer, que fue el primer "renovador" que se exhibió con ese nombre cuando todavía Guerra era el fotógrafo del PSOE, que ha pasado por todos los puestos (diputado nacional, autonómico y europeo, conseller...), y que ahora preside la Comisión Nacional de la Competencia, primer órgano de la Administración en decir "no" a la fusión CAM-Bancaja, también está más que dispuesto a pelear por la candidatura a la Alcaldía, con el planteamiento de que hay que sacudir y despertar a la sociedad alicantina y que eso sólo puede hacerse desde la experiencia, con una buena lista y con una amplia red de apoyos sociales extramuros del partido.

Y luego viene el baile de los ex rectores. Hay quienes están por la labor de que vuelva Salvador Ordóñez, hoy en la canongía que significa la Menéndez Pelayo, y quienes piensan nada menos que en Andrés Pedreño. Pero no parece que ninguno de los dos tenga el perfil para encabezar una lista como la del PSOE de Alicante ni tampoco que ninguno esté por la labor.

"Gürteles" aparte, los socialistas tienen en Alicante una buena base de partida. Perdieron por muy poco frente a Alperi en las últimas municipales, quedándose a sólo tres mil votos y un concejal de ganar. El PP está dividido y públicamente enfrentado. Y Zapatero, que es un lastre en Valencia, en Alicante podría no serlo si alguna vez alguien le explica dónde está en el mapa y además le aconseja descolgar el teléfono y llamar a Adif para que deje de bloquear el desarrollo de la ciudad por culpa de los terrenos de la actual estación de Renfe y el soterramiento de vías.

Pero tienen en su contra una alcaldesa con una potencia mediática formidable, un pésimo ejercicio hasta aquí de la oposición y de la comunicación y, sobre todo, la actuación de la que fue su última candidata a la Alcaldía, Etelvina Andreu, cuya fuga ha hecho un daño incalculable a la credibilidad del partido. Padecen además del mal endémico de sus enfrentamientos internos, que les han llevado a no repetir candidato, ni casi lista, desde 1995, algo que hace a sus representantes municipales perder en cada mandato media legislatura simplemente en saber de qué va el asunto. Y parecen siempre víctimas de la mosca tse-tse: hoy en día, con catorce concejales y diez asesores, nadie diría que hay más de cuatro socialistas en el Ayuntamiento y cada uno trabajando por libre. Y eso no lo arregla un candidato, se llame Valenzuela, o Berenguer, Pedreño, Ordóñez o Roque Moreno. Aquí viene el Felipe González de sus mejores tiempos y, sin ponerle antes las pilas al partido, se estrella como se han estado estrellando todos desde que Luna perdió el sillón. Porque la cuestión no es ganar, sino querer ganar.