Ha encanecido definitivamente pero sigue siendo el mismo bohemio inconformista y apasionado, incluso el mismo mañaco mitad genio mitad lelo de Pilar de la Horadada que, recién venido a vivir con su familia en la calle San Fernando, llevando de la mano a su hermanico se acojonó porque se habían perdidoÉ y estaban en la Explanada. Su hermanico emprendió viaje hace poco, viaje sin retorno porque se perdió, esta vez de verdad, en algún agujero negro de los espacios siderales. Pero Demetrio sí ha vuelto de su último trasiego por esos mundos de Dios y del Demonio, en esta ocasión andaba por China, ahí al lado como quien dice, pero no haciendo negocios como los empresarios de poderío sino garrapateando monigotes, o sea: lo que siempre ha hecho desde que guarda memoria, estuviera donde estuviera.

En esta nueva etapa Demetrio, tonto no es, se ha ido a vivir una miajica a trasmano, por la Coveta Fumá, con la mar entera y verdadera colándosele por la terraza y aromando de sales yodadas el caos (sólo aparente) de su obra, amontonada en el exiguo espacio del apartamento como arco iris preso en botella de cristal. Y lo que son las cosas, como nadie es profeta en su tierra, a Demetrio Sánchez Gómez lo valoran y respetan por ahí fuera bastante más que por aquí, que lo tienen apuntado en la nómina de los grandes en Alemania, Suecia, Inglaterra, Francia, Italia, EE UU, África y hasta Oceanía, y ahora China por si le faltaba sitio donde dejar puesto el huevo de su arte, pero en su tierra no le hacen mayor eco. Aunque Demetrio tenga por norma "firmar" todas sus exposiciones, sean del tema que sean y exponga donde exponga, colgando en ellas un cuadro con alguna calle de Alicante. Lo cual que lo de "amor con amor se paga", en este caso, ya lo ven: no.

A pesar de todo Demetrio, siguiendo la querencia que tiraba de él hacia esta tierra que es la suya, ha vuelto. Regresa de un largo periplo por paisajes, colores y gentes, con especial detenimiento en ese Marruecos "oloroso a especias, perfumes y cordero asado" que le robó el alma hace tiempo y donde tan bien lo han tratado, que vinieron especialmente a su casa a buscarlo personas de alto fuste con el recado, de más arriba aún, de que fuera a pintar in situ las hermosuras del Atlas, de Xauen, de Marrakech, de Xauira. Y él fue y las pintó, y entró en jaimas y palacios, y compartió tés con luna en el desierto, y se perdió por las Medinas oliendo a té y a yerbabuena, a canela e incienso, aprendiendo como por obra de milagro a trasladar ese olor mágico y espeso a los cuadros que, claro, en cuanto estaban terminados le quitaban de las manos. Y así ha pasado diez años, o quince, o más.

Y sin embargo Demetrio ahora ya no quiere pintar, a los 65 años está decidido a volver a sus orígenes de ilustrador. No de cómics, dice, sino de tebeos. Y, contándomelo, repasa con los dedos amorosos sus viejas páginas de Tarzán; de Tumac, el indígena amazónico que, flanqueado por dos leopardos, defendía la selva de los ataques de los madereros; del Billy que creó para los alemanes; del atlético Manos, cabalgando por los caminos de un país de fábula que aparecía y desaparecíaÉ Demetrio lo tiene claro: "se acabaron las acuarelas, las Medinas, los paisajes saharianos, los rincones del Barrio; con un cuadro que venga al mes me sobra para vivir y tengo muchos hechos, así que voy a volver a lo que de toda la vida me ha fascinado: dibujar".

Un día de éstos, dice, compartirá una copa y un cigarrito con Cerdán Tato, aunque las dos cosas sean malísimas para la salud, para recordar los libros que le ilustró, cuando el Vº Centenario y otros; y se dará una vuelta por la cafetería Pilot, junto a la Uni, por ver si los estudiantes se han cargado ya, o no, el mural y el avión que le encargó López Vizcaíno. De momento me enseña el premio que le acaban de dar en China, en la International Art Exposition que se celebró en agosto en el China World Trade Center de Beijing. Es el premio "a la obra más creativa", que entre 200 estands de artistas internacionales se le concedió al suyo, Fusión Art lo llamaron, en el que participaban cuatro artistas, un marroquí, una inglesa, una italiana y él. Lo cual que a Demetrio los premios como que no le quitan mucho el sueño, conoce ya lo bastante de la vida como para darle a cada cosa su justo valor. De manera que Demetrio, a estas alturas, más que nada lo que valora es lo fetén: una charla de amigos viejos y nuevos, una botella de buen vino, una sobremesa larga, un silencio cómplice y sabio, cientos de lápices, papeles y pinceles esperando el momento de cobrar vidaÉ y si puede ser frente al mar, mejor.