Aunque parezca absurdo a estas alturas de las vacaciones, busco en internet la ponencia marco del PSPV-PSOE para el XI Congreso del Partido, con la intención de leerla detenidamente y formarme una opinión. Como no la veo colgada en la página de Blanquerías, entro en la de la Agrupación de Alicante y la encuentro. Se lee fácil y rápido, pese a redundancias y lugares comunes. En realidad es un documento que introduce tres o cuatro modificaciones en lo que ha sido la línea habitual de este partido, si bien se trata de cuestiones de cierta importancia.

Es normal que se dedique una buena parte del documento a reivindicar el papel del pesepevé en la historia reciente de la Comunidad Valenciana. No todo de 1983 a 1995 fueron aciertos, por supuesto, (por ejemplo, no se atinó a la hora de evaluar el coste efectivo de las transferencias más importantes: educación y sanidad) pero nadie discute que se implantó en esos años un modelo progresista, solidario, honesto, y ello en medio de reestructuraciones de sectores enteros, como el del acero, y con cifras heredadas de desempleo e inflación verdaderamente escalofriantes.

También es normal la crítica que se hace en el documento al Partido Popular, un partido hegemónico desde el 95 (interclasista, como se decía antiguamente) en la Comunidad Valenciana, y del que no se sabe si la Ponencia Marco se limita a censurar sus "malas artes", engaños, dispendios y amiguismos, o si deja entrever cierta envidia por el éxito de su táctica política y comunicativa, lo que le habría permitido hasta el momento pescar libremente en los ubérrimos caladeros del "voto de centro".

Entra, en fin, dentro de lo normal que el pesepevé no sea demasiado severo a la hora de confesar sus propios errores, ya que de delatarlos se ocupan los adversarios. No habría estado mal, sin embargo, aprovechar la oportunidad para explicar con claridad por qué se perdieron las elecciones del 95: se hacen al respecto referencias genéricas a factores externos e internos, a desencuentros con la sociedad, pero se echa de menos un análisis más riguroso de esta cuestión. Tampoco se explica suficientemente la reciente reforma del Estatuto de Autonomía, que ha quedado como una reforma pésima, sin que la culpa sea en exclusiva del pepé.

A partir de aquí, la ponencia marco hace un diagnóstico de los cambios ocurridos en la sociedad valenciana en estos últimos catorce años de mayorías absolutas del pepé, para, a continuación, proponer las líneas de actuación que lleven a los socialistas al gobierno de la Generalitat. Ahora bien ¿es convincente el diagnóstico que se hace? ¿Lo son las propuestas? A medias, me parece a mí.

Hay un exceso de "sociologismo", por ejemplo, a la hora de justificar la nueva orientación electoral que se pretende: se viene a decir: dado que hay un porcentaje significativo de votantes "centristas", que no son de derechas ni de izquierdas, y dado que sumar votos por la izquierda tiene un límite, no hay más remedio que ocupar el "centro". Dicho así parece lógico, pero se omite un análisis más político de la cuestión, de más calado, pues de lo contrario se caerá en una nebulosa que acabará por molestar tanto a los votantes de izquierda como a los que, abstractamente, se titulan de "centro".

Soy un firme partidario de que el Partido Socialista, tanto el de aquí como en general, se postule de una vez por todas como un partido electoral, que es lo que ya es y practica, y cuyo principal y casi exclusivo objetivo sea el de ganar las elecciones. Da la impresión de que la ponencia marco se suma a esta tesis (así, "provincializa" la organización del partido; flexibiliza las relaciones del partido con los electores; crea categorías nuevas de dinamizadores electorales; relativiza la función de los militantes frente a la de simpatizantes y "cibermilitantes", etcétera) pero no extrae las consecuencias correspondientes, pues se olvida de mencionar posibles cambios en la Ley Electoral, al tiempo que guarda silencio sobre asuntos tales como la extensión de "primarias", la limitación de mandatos, la rendición de cuentas de los representantes, y otros temas de este tenor.

No veo por qué un viraje al "centro" tiene que ir acompañado de un cambio de siglas, como el documento propone. No es una buena idea abandonar sin más unas siglas que, para bien o para mal, son las suyas, las que han defendido miles y miles de socialistas. Nada hay de políticamente incorrecto en llamar País Valenciano al País Valenciano. Por otra parte, mantener las tradiciones es lo que da pátina y prestancia a una organización. No lo juzgan así los redactores de la ponencia, que endosan al pesepevé el aséptico nombre de "pesecevé", un trabalenguas que, probablemente, no hará que le lluevan más votos, y sí, probablemente, más quebraderos de cabeza. La cuestión del nombre no es meramente simbólica, como se ha dicho, sino que esconde una extraña falta de convicciones sobre la propia identidad. Aquí la ponencia alcanza cotas elevadas de confusión y se hace un gran lío en el manejo de conceptos tales como los de "nacionalismo", "valencianismo", "regionalismo", etcétera. Más sencillo hubiera sido reivindicar el carácter federal del partido y el respeto al pluralismo cultural de la sociedad valenciana.

Se comprende que el documento dé mucha importancia a la imagen y la comunicación, a los aspectos discursivos de la política, en estos tiempos en que ésta parece definirse a partir de gestos. Estoy de acuerdo en que esto es importante, pero, como sucede con la economía especulativa y virtual, al final la realidad se impone, de manera que detrás de los gestos tiene que haber equipos responsables, propuestas acertadas y un liderazgo que represente no sólo a los recién llegados a la política, con su juventud adánica y su glamour, sino a la gente normal y corriente, que en su mayor parte es madura, o sea personas que no pueden ser tratadas exclusivamente como jubilados.

La ponencia marco apunta a un partido más ágil, posmoderno, pero también menos sujeto a responsabilidad. Los equipos directivos, de la mano de gabinetes de comunicación y de sociólogos, no necesitarán -no necesitan ya- de la militancia tradicional. Por otra parte, no se consigue borrar la imagen sucursalista de Madrid que ha exhibido el pesepevé en estos últimos años; tampoco se logra componer un mensaje nítido: éste no puede consistir en proclamar que "hay que parecerse a la sociedad valenciana". Un mensaje de este tipo además de cínico es desastroso electoralmente hablando. Por último, la ponencia no entra por derecho, más allá de referencias genéricas, en la cuestión de la crisis económica, lo que en las circunstancias actuales debería tener prioridad. Lo dicho: una ponencia a medias, necesitada de importantes modificaciones y aportaciones.

José Asensi Sabater es catedrático de Derecho Constitucional de la UA.