La líder del PP y portavoz de la oposición en el Ayuntamiento ilicitano, Mercedes Alonso, entró ayer en una dinámica peligrosa al intentar escalar peldaños en la situación de tensión permanente a la que se ha visto abocado el presente mandato municipal. Calificar al alcalde de "jefe de la Gestapo" supone sobrepasar aquellos límites mínimos que las reglas democráticas establecen, por mucho que la portavoz de la oposición se sienta perseguida, maniatada o silenciada con las decisiones de quienes rigen los destinos de la vida pública municipal. Con una crispación que va día tras día in crescendo y aunque pueda pensar que le asiste la razón, lo que es indudable es que el mantenimiento de las formas es un principio fundamental y ese ejercicio se puede perfectamente combinar con la denuncia más implacable del gobierno municipal si considera que es desacertado o si cree que es perjudicial para los intereses públicos o de los ciudadanos. Traspasar la barrera de la crítica para caer en la del insulto no parece la vía más adecuada. Porque sólo recurren a él aquellas personas que se ven desbordadas en los argumentos o en las situaciones. La contundencia de la razón, como ella muy bien debe saber como profesional del Derecho, debe manifestarse con la argucia necesaria para desarmar la oratoria de los contrincantes, pero manteniéndose dentro de los límites establecidos en el quehacer político diario. No se ejerce mejor la oposición achacando calificativos o epítetos al equipo de gobierno por muy mal que se piense que ejerce el poder o por muy dictatorial que se crea que se dirigen los plenos. Al contrario, como mejor se ejerce esa tarea es con la contundencia al denunciar los asuntos incumplidos, pero dejando al lado las descalificaciones.