tra vez se intenta que los herederos de Miguel Hernández vuelvan a Orihuela de donde nunca debieran haber salido si hubiesen podido ser profetas en esta su tierra, rencorosa de lo absurdo y adoradora de lo inconsistente; después de todo lo que se ha escrito, dicho y oído, resulta al menos chocante que: como resultado del acuerdo institucional por la aprobación unánime en el Congreso de los Diputados sobre la celebración del Año Hernandiano en su centenario, que todo lo ocurrido con la salida de los herederos de Miguel de la Fundación oriolana por la puerta de atrás, de las acusaciones realizadas por altos personajes de falso mercantilismo de la familia, de los diversos intentos fallidos para que volviesen a nuestra ciudad y después de haber sido desautorizados injustamente en los cargos designados por la familia, de destrozar los enseres depositados en la sala San Juan de Dios, sin restaurar ni disculparse nadie por la torpeza, después de varios intentos para hacerse con documentos de la familia, después de tantos atrasos, desautorizaciones y ninguneos prodigados a sus herederos etc. etc. etc., llega uno a quedarse estupefacto por la facilidad con que se han solucionado al menos aparentemente todas las dificultades. Hace un par de meses que se ha creado la Asociación Cultural Orihuela 2010, a la que me honro en pertenecer, creo que entre otras cosas, esta entidad buscaba establecer cauces de diálogo para que todos los hernandianos, que estábamos viendo la falta de comunicación y la distancia entre familia e instituciones locales, buscáramos la posibilidad de un acercamiento efectivo de todas las partes para el éxito final y la reconciliación histórica ante el evento nacional de su centenario.

En estos momentos y con los pocos elementos de valoración que se atisban, este modesto articulista opina que la reconciliación en la sociedad sobre Miguel Hernández como cualquier otra reconciliación, no puede sólo basarse en la evidente y excesiva generosidad de sus herederos, ni en los muchos y fantásticos actos que se quieran programar en la celebración del centenario; debe haber algo más que permanece oculto y no se comprende.

Aquí, como en lo referido a lo de la memoria histórica, hay también que buscar una reconciliación verdadera, no sólo debe tratarse de recuperar los huesos y las calaveras de las cunetas, sino de que la sociedad vea que en la precitada memoria se atisba un verdadero sentimiento afectivo y de acercamiento humano, al que en otro tiempo pensó y murió por sus ideales y que no prevalecen las festivas alharacas de los que vencieron con las objetivas realidades sufridas de los vencidos, pues hasta que esto no ocurra, por más festejos que se hagan no será posible la solución real de este asunto.

¡Todos unidos, sin colores ni banderías para el centenario! ¿Pero cómo se hace eso , ¿guardando silencio , ¿acomodándose ¿conformándose , ¿cómo

Con la esperanza puesta en la verdadera reconciliaciónÉ

Alfonso Alfonso Gálvez es empresario de Orihuela