L e acaban de dar 4.000 euros y lo ha callado para no despertar el desprecio que la envidia conlleva entre eminentes ingenieros que trabajan con el cálamo, voceros de ideas en boga y allegados que reniegan tiempos que, por pasados, no fueron mejores.

Ha contestado, al ser entrevistado en La Gacetilla literaria, que el premio lo ha recibido gracias a que el tribunal estaba formado por un académico que no se aguanta los pedos, un hispanista prostático, un escritor y periodista (curiosa mezcla);, que añora tiempos pasados, y un catedrático de literatura que desde hace cincuenta años se repite, además de una mujer, la única, decana de una facultad de letras incapaz de poder contar ya sus años. Sabe que otro tribunal no hubiera leído su trabajo y entiende que así tienen que ser las cosas, para que todos juguemos.

Ha escuchado la voz del cataor Pitingo, acompañado por la guitarra de Juan Habichuela; asistirá al comienzo de la polémica temporada taurina el domingo en Barcelona -y cómo no, a la reaparición de José Tomás-, y se pregunta dónde están los grades tratados de fútbol de autores como Cossío, Díaz-Cañabate, Fernando Claramunt, Gregorio Corrochano, y tantos otros. Recuerda a quienes de niño le daban al balón con gracia, siendo él un inútil, y piensa que desde entonces mucho ha cambiado todo mientras aprendía a convivir. q