L a imagen de María Teresa Revenga en el salón de plenos del Ayuntamiento de Alicante leyendo sin pausas la plica herculana para dar forma al paso decisivo de la recompra del Rico Pérez, me colocó en el túnel del tiempo para trasladar la memoria veinte años atrás. En ese mismo escenario, pero con finalidad diametralmente opuesta, los representantes del Hércules, con Emilio Orgilés a la cabeza, tomaban asiento en torno a la majestuosa mesa del rincón de la casa consistorial para recoger un cheque de 32 millones de pesetas de manos del alcalde, José Luis Lassaletta, que debía depositarse horas después en la AFE para evitar el descenso del equipo a Tercera División. Trances como éste, o similares, han salpicado la vida de un club que, históricamente, ha aprendido a contener la respiración en su continuo caminar sobre el filo de la navaja. Por ello, es normal que sean muchos los que ahora se frotan los ojos palpando la recuperación del estadio, observando cómo su equipo disfruta de un campo de entrenamiento propio o viendo a la entidad alejada de los escándalos por impagos o demoras.

La aportación de Enrique Ortiz , fundamental para que el club sobreviviera, ha acabado encontrando el empuje necesario con la entrada, primero, de Valentín Botella ; la aparición, después, de Juan José Huerga y José Manuel Viejo; y, en tercer lugar, la salida del mapa herculano del ex consejero delegado José Bernabé .

Este siniestro personaje, que justificaba sus erróneas y polémicas decisiones trasladando responsabilidad al grito de «yooo noooo, Enrrrrique, rrrrique» cada vez que alguien le pedía cuentas por los desvaríos - en cierto modo algo de razón podía tener dado que fue el propio Ortiz el que se empeñó en entregar el cordero a los cuidados del lobo - participó activamente en dejar una indeseada herencia.

Por lo pronto, Hacienda ya ha impuesto alrededor de un millón de euros de sanción por el hecho de no cumplir con la norma más elemental en toda contabilidad: cumplir con la declaración para evitar recargos y castigos absurdos. El «¡yo no, Enrrrrique, rrrrique!» se lo puede contar ahora a Botella, Huerga y Viejo, socios de su jefe en la sociedad herculana, que tienen que afrontar a tercios tamaño desperfecto.

El grado de indignación, con todo, subió de grados en los últimos días, a resultas de los comentarios que Bernabé ha vertido en círculos del sector inmobiliario. Tal día como hoy, Huerga y Botella siguen preguntándose qué necesidad tiene el empleado de Ortiz de, a sabiendas de lo que su gestión ha arrastrado, se apreste a hurgar para hacer daño a la mínima ocasión. Ecce homo: «Mi jefe os va a dejar pelados», espetó días atrás sin ruborizarse lo más mínimo ante Huerga, dardo, junto a otros de peor gusto, que también lanzó sobre Botella a través de conocidos del presidente. Quizá alguno ahora se dé cuenta que no es por casualidad que en todos los parques zoológicos se advierte con grandes letreros que es peligroso dar de comer a las fieras.

CONFIDENCIAL. La posible venta de la plaza de Primera División del Real Valladolid fue abordada el jueves por la noche por los máximos accionistas del Hércules, que se interesaron por el asunto. No obstante, todo quedó ahí, ya que, en primer lugar, nadie creyó que los representantes políticos vallisoletanos iban a permanecer impasibles ante la posiblidad de una operación que, por ley, tiene como tope el 15 de mayo, es decir, 12 días antes de las elecciones. Además, a nadie le sonaba bien eso de jugar en Primera sin pasar por Luceros.