L a fuerza de la verdad se abre camino como una apisonadora en el juicio sobre el atentado del 11-M y, lo que era evidente, se manifiesta ahora incontestable. Antes se coge a un mentiroso que a un cojo, dice el refrán español y las evidencias ponen contra las cuerdas la gestión que hizo el Gobierno de José María Aznar de los tres días de marzo que siguieron al atentado de la estación de Atocha.

Todavía tendría una explicación política, aunque fuera miserable, que la ocultación de información y la tergiversación y congelación de los datos que iban llegando al Ministerio de Interior, fuera una medida desesperada para ganar tiempo y llegar a la jornada electoral con la apariencia de que el atentado era obra de la organización terrorista ETA.

Pero, ¿qué sentido ha tenido todo lo ocurrido después, en ese intento desesperado por fabricar apariencias de que existía una conexión entre ETA y el universo terrorista islámico ¿Son tan ingenuos o tan perversos estos autores de la fabulación que pensaban que la verdad no se abriría camino en el juicio oral

El grito de !queremos saber la verdad! detrás del que se ha hecho desfilar a las víctimas del terrorismo en numerosas manifestaciones resulta ahora insoportablemente obsceno cuando las mentiras y las maniobras para ocultar la realidad de los hechos resultan ya absolutamente insoportables.

El primer obús que ha hecho añicos este castillo de naipes ha sido el intento de Agustín Díaz Mera de sostener la ficción que sus subordinados de entonces han destruido.

Pero ahora ya, con el cronómetro en la mano de lo que sucedieron en las horas siguientes al atentado, reconstruido por todos los policías de confianza de Ángel Acebes, la gestión del Gobierno de José María Aznar queda en una situación inaguantable.

Hay muchas personas que tienen que pedir disculpas por estos hechos. Políticos, periodistas, así como algunos grupos de comunicación. Pero sobre todo las víctimas necesitan y deben exigir una rectificación y unas disculpas públicas a todos los que se han visto involucrados en esta inmersa farsa.