Nada de perro no come perro, o como se diga para referirse a que alguien de un gremio, el que sea, no debe de atacar a otro alguien del mismo gremio, expresión que se usa en muchos casos en el gremio del periodismo, y así nos va, creo. Los de Todo es mentira han conseguido muchas cosas, y notables algunas. Han conseguido que Cuatro no sea el hazmerreir de la programación vespertina con chuscos programas.

Todo es mentira, el programa de Risto Mejide, con una relevante Marta Flich como vice, se ha hecho notar por su apuesta por una actualidad política tratada con ironía y humor, y apelando a eso que llamamos espectadores informados, con criterio - para distinguirlos de los que su criterio los lleva a elegir otros productos, véase Mujeres y hombres o Gran Hermano.

En política, los de derechas tendrían aquí una clara razón para decir que es otro caso de "arrogancia de la izquierda y su superioridad moral", pero no quiero liarme más -. El otro día, en la presentación de algo a lo que acudió Bop Pop, el brillante subdirector de Late Motiv, en #0, un reportero del programa de Cuatro, viendo que Bop se acercaba "con mi bastón y mi cojera", le dijo, "huy, parece que andas jodido, como la izquierda española". Bop, por supuesto, no se calló. "Pero qué clase de pregunta es esta, pero qué mierda de entradilla, ¿es que vas a usar mi cuerpo como metáfora de la política española? La cosa podía acabar ahí. Pues no. En defensa de su colega de programa salió Mejide, y la cagó. Ni caso, escribió refiriéndose al reportero Fabián Pérez, ellos hablan cuando ya te has ido, siempre han sido así de cobardes, los estupendos. Tú sigue preguntando con total libertad, buen trabajo. No, Risto, es un trabajo que avergüenza. Mal trabajo.