No ha aprovechado las ocasiones que tenía entre las manos para hacer una película con enormes posibilidades para la denuncia, por un lado, y para adentrarse, por otro, en el interior de unos personajes que se ven obligados a convivir durante un tiempo en circunstancias especiales. Porque lo más relevante de lo que se nos ofrece esta cinta francesa es que está basada en hechos reales de los que fue protagonista, lamentablemente, el equipo paralímpico español de baloncesto de los juegos de Sidney del año 2000.

Lo que acaeció es que nuestra selección, que a la postre logró el triunfo, hizo trampas y de los diez jugadores que formaban el equipo solo dos tenían realmente discapacidades mentales. Lo sorprendente es que en la película el papel de los españoles lo desempeñan los galos, que son los que, a fin de cuentas, rompen las reglas del juego. Es más, la realidad salió a la luz, pero no con el énfasis que el caso requería porque el otro finalista del torneo, Rusia, también tenía cosas que ocultar.

Eso sí, los presuntos discapacitados, ocho de diez, que vencieron en la final, debieron devolver sus medallas de oro, al igual que el entrenador, que también mereció una elevada multa.

Así las cosas, la película no ha pretendido, sin embargo, echar leña al fuego en un tema que daba mucho más de sí y aunque emite algunas consideraciones jugosas sobre la inmoralidad y la falta de ética al abusar de la inocencia de los auténticos discapacitados, nunca lleva las cosas demasiado lejos. Tanto es así que el director, Vianney Lebasque, que solo había dirigido un largometraje con anterioridad, Le petit princes en 2013, escogió como cauce de las imágenes el género de la comedia, restando tensión a lo que vemos y dando paso a algún momento divertido. De hecho, los vencedores, que ocultan sus verdaderos nombres, solo serán descubiertos porque la final de basket es televisada para Francia y consigue con ello una audiencia impensable para este evento deportivo repleto de buenos propósitos, que no suele convocar, contrariamente a lo que pasa con los juegos olímpicos, ni a los medios ni, mucho menos, al público.