Desprende tanta realidad que en ocasiones adquiere casi el formato del documental, pero es un producto de ficción, eso sí, que ha utilizado personajes que viven en la misma autenticidad que contempla la película. Por eso, por su verdad a la hora de mostrar en la pantalla a unos seres llenos de vida que viven alrededor del sexo y de la prostitución impactó al jurado del Festival de San Sebastián, logrando por vez primera en la historia del mismo una doble Concha de Plata, la destinada a la mejor directora, Anahi Berneri, y a la mejor actriz, Sofía Gala Castiglione.

En su quinto largometraje, de los que solo uno, Encarnación, tuvo una reducida exhibición en España, la autora merecía el reconocimiento internacional. En apenas 82 minutos, Alanis se empapa de un mundo tan real como ignorado que se instala aquí en la capital Argentina, pero que es común a numerosos países de todo el mundo.

Alanis es una trabajadora del sexo que ha encontrado en esta dedicación su afán por obtener dinero rápido que cubra sus necesidades económicas. Vive con Gisela, una amiga y compañera, en un piso del centro de Buenos Aires y es madre de un niño de año y medio al que dedica todo el tiempo que le permite su profesión. Hasta el nefasto día en que es visitada por empleados municipales que detienen a Gisela por trata de personas y a ella la dejan en la calle. Debe entonces recurrir a su tía para poder superar semejante emergencia. Incluso se verá obligada a hacer el sexo en el interior de un coche en condiciones penosas y amenazada por colegas dominicanas que no le perdonan que intente arrebatarles el control de la calle.

Son tres días de la vida de una puta que nos muestran una dimensión humana, profesional y familiar de una mujer de 26 años que ha hecho del sexo su trabajo por propia decisión y que ha encontrado en él la forma más fácil para poder subsistir.

Su caso podría haber servido para clarificar el eterno debate entre la doble mirada que depara la prostitución, en tanto profesión más o menos legalizada o sometida al poder de las mafias del sector, pero la realizadora ha pasado por encima consciente de que ni siquiera entre las feministas hay una decisión inequívoca al respecto. Un asunto que, sin embargo, no restringe el interés evidente de las imágenes.