Es otra muestra de la inteligencia y de la intuición puramente cinematográfica del director estadounidense Tom Ford, que controla con una precisión impecable las enormes dificultades que entraña un guión que sigue el procedimiento de una historia dentro de otra. Ya había demostrado con creces su buen hacer en los retratos psicológicos en su ópera prima, Un hombre soltero, que vimos en 2011 y lo vuelve a reiterar ahora en este producto que se mueve en los márgenes del thriller con absoluta solvencia. La película, por ello, involucra al espectador en lo que está viendo y lo hace partícipe de unos momentos tan angustiosos que pueden generar una tensión considerable.

Con el refuerzo loable de dos actores magníficos, Amy Adams y Jake Gyllenhaal. Premiada con el León de Plata al mejor director en el Festival de Venecia, un galardón que ya indica el buen hacer de Tom Ford en solo su segundo largometraje, lo que vemos no es otra cosa que la crónica de una venganza. Partiendo de una versión personal de la novela de Austin Wright, nos sitúa en los parámetros emocionales de Susan, una mujer casada y madre de una hija adolescente que no atraviesa sus mejores momentos. La relación con su esposo es fría y sin signos de amor y no tarda en descubrir que le es infiel. Una coyuntura propicia para la nostalgia, para que recuerde a su primera pareja, Tony, que casualmente se pone en contacto con ella para que lea el manuscrito de la novela que ha terminado y para invitarla a cenar.

Y por vez primera en los 19 años desde que se separaron, Susan acepta la cita. La gran aportación de la cinta es que incluye, al hilo de la lectura que Susan hace del texto, una historia dramática de una dimensión extrema que lleva al público al límite del terror. Los protagonistas de la misma son los propios Anthony y Susan, junto a la hija de ella, inmersos los tres en una situación límite en la que se ven acosados por los ocupantes de un coche que les está provocando con una conducción mucho más que temeraria. Todo ello agravado por el hecho de conducir de noche por una zona inhóspita y solitaria de Texas, sin cobertura telefónica, propicia para todo tipo de desmanes.