Nadie apostaba por esta cinta en la pasada Berlinale. Un grupo de presos reales (asesinos, violadores y delincuentes) interpretan, dentro de la cárcel en la que cumplen condena, "Julio César" de Shakespeare. Una obra de teatro llevada al cine en blanco y negro.

Los hermanos Taviani, autores de cine fuertemente politizados, con una clara influencia de Roberto Rossellini, llevan trabajando toda su vida como escritores, directores y productores, y siempre juntos. Entre sus principales joyas "Kaos", "No estoy solo" o "Tu ríes". Hablamos con ellos y nos cuentan cómo ha sido esta experiencia original que ya ha pasado con premios por la Berlinale y el Festival de San Sebastián.

¿Cómo nació la película?

Por accidente, como ocurrió con nuestra película "Padre Patrón", que empezó cuando por casualidad conocimos a Gavino Ledda, lingüista y pastor de Cerdeña. Esta vez, después de una conversación telefónica con una querida amiga, nos pusimos en contacto con un universo que solo conocíamos a través de las películas estadounidenses. Sin embargo, Rebibbia, la cárcel situada a las afueras de Roma, es muy diferente de las que se ven en la gran pantalla. Durante nuestra primera visita a la prisión, la lúgubre atmósfera de una vida detrás de las rejas había sido reemplazada por la energía y frenesí propios de un evento cultural: la representación de algunos cantos del "Infierno", de Dante.

Al salir de Rebibbia nos dimos cuenta de que queríamos saber más acerca de los presos y de su situación, por lo que volvimos y les preguntamos si les gustaría trabajar en una adaptación cinematográfica de "Julio César", de Shakespeare. La respuesta de Fabio y de los presos fue inmediata y clara: "¿Cuándo empezamos?"

¿Todos los actores que vemos en la película son presos? Y en cuanto a las pruebas, ¿tuvieron lugar tal como vemos en la pantalla?

Los actores que se ven en la película están recluidos en el ala de máxima seguridad de Rebibbia. Ahora bien, Salvatore 'Zazà' Striano, que encarna a Bruto, ha salido de la cárcel. Fue condenado a 14 años y 8 meses, de los que cumplió 6 años y 10 meses. Fue liberado tras una amnistía general y ahora es un hombre libre. Lo mismo pasa con Stratone. El único "extranjero" es uno de los profesores de interpretación, Maurilio Giaffreda.

Pedimos a los actores que se identifiquen, como si les interrogaran en una aduana, y luego les pedimos que se despidan de alguien a quien quieren. Deben hacerlo dos veces, la primera expresando dolor, y la segunda, rabia. Les dijimos que, si deseaban preservar su intimidad, podían escoger nombres falsos. Nos quedamos sorprendidos cuando todos insistieron en decir sus verdaderos nombres, los de sus padres, así como el lugar donde habían nacido. Acabamos por llegar a la conclusión de que, para ellos, la película podía significar una forma de recordar a la gente que vivía en el exterior mientras ellos seguían en el silencio de la cárcel.

¿Siguieron el guión o recurrieron a la improvisación, como si de un documental se tratara?

Seguimos el guión. Escribimos un guión, al igual que para todas nuestras películas. Luego, como suele pasar en el plató, con la cámara en marcha y con los actores actuando, el guión se transforma en gran parte debido a las localizaciones, la luz, las sombras. Nos hemos apropiado de "Julio César", lo hemos desmembrado y reconstruido. Hemos conservado el espíritu original y la trama narrativa, aunque simplificándolos y alejándolos del ritmo habitual.

Una hija degenerada que habría encantado a Shakespeare, desde luego. Los presos entendieron perfectamente lo que intentábamos hacer y se esforzaron en ofrecernos interpretaciones fascinantes con diversos grados de emoción y participación.

¿Por qué escogieron "Julio César", de Shakespeare?

Nunca pensamos en otra obra. No teníamos elección. Los hombres con los que queríamos trabajar tienen un pasado, lejano o cercano, que debe tomarse en cuenta; un pasado caracterizado por fechorías, delitos, crímenes y relaciones rotas. Varios de los presos/actores fueron "hombres de honor" (miembros de la Mafia, uomini d´onore), y en su comparecencia, Antonio cita a "los hombres de honor". El día que rodamos la secuencia del asesinato de César, no se nos ocurrió otra cosa que pedir a los actores, armados con dagas, que buscasen en su interior el impulso asesino.

Nada más decirlo, comprendimos que no eran las palabras más adecuadas y deseamos poder retirar lo dicho. Pero no pareció importarles porque son los primeros en saber que deben enfrentarse a la realidad. Fue cuando decidimos seguirles más de cerca durante los largos días y las largas noches.

¿Por qué decidieron que los personajes hablaran en sus dialectos nativos?

Durante los meses que precedieron al rodaje fuimos a Rebibbia en numerosas ocasiones. Nos sentimos culpables cuando paseábamos libremente por los pasillos. Pero una mañana, en una celda de mayores dimensiones, vimos a media docena de presos reunidos alrededor de una mesa con un texto en el centro. Nuestros actores estaban traduciendo los diálogos a sus respectivos dialectos, napolitano, siciliano, calabrés, con la ayuda de otros compatriotas que no tenían papeles en la película.

Nos dimos cuenta de que las pronunciaciones dialectales no empequeñecían el elevado tono de la tragedia, sino que añadían una nueva verdad a los diálogos. En realidad, nosotros no decidimos el uso de los dialectos; los actores se apoderaron del guión y lo adaptaron a sus naturalezas.

¿La película se rodó íntegramente en la cárcel? ¿Tuvieron que enfrentarse a dificultades de producción y artísticas? ¿Se les impuso ciertas limitaciones en cuanto al acceso con la cámara?

Toda la película se rodó en el recinto de Rebibbia. Estuvimos cuatro semanas en la cárcel. Un día nos percatamos de que rodábamos la película con la misma temeridad y osadía que nuestras primeras obras. En cuanto a la cámara, teníamos libertad total. Podíamos rodar donde quisiéramos, las salas comunes, las escaleras, los baños, el patio, las celdas, la biblioteca. La única excepción era la zona prohibida en la que están los presos protegidos en régimen de aislamiento. Nadie puede ver sus rostros. Un guarda nos mostró desde el exterior las celdas de los "arrepentidos", sumergidas en un profundo silencio.

El rodaje solo se interrumpía cuando los presos de otro bloque debían pasar por el pasillo para salir al patio, ir a ducharse o si uno de nuestros actores recibía la visita de su familia. Un plató es un lugar que da pie a la amistad, a la complicidad, y este no fue una excepción. Cuando terminamos la película y llegó el momento de despedirnos de nuestros actores, los adioses fueron muy dolorosos.

¿Qué les impulsó a rodar en blanco y negro?

El color es realista, y el blanco y negro no lo es. Puede parecer una afirmación tajante, pero es correcta en lo que a esta película se refiere. Una vez dentro de la cárcel, quisimos alejarnos de la posibilidad de caer en el realismo televisivo. El blanco y negro nos hacía sentir más libres para rodar en una celda donde Bruto declama con pasión y dolor el monólogo de "César debe morir". También escogimos el blanco y negro por razones narrativas: queríamos subrayar el paso del tiempo, dibujar el salto hacia atrás de la forma más directa. Somos conscientes de que no es una idea nueva, pero a veces nos gusta seguir caminos trillados.

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