La vida sigue, a pesar del coronavirus. Cualquiera lo diría. Y si no que se lo pregunten a Magali y Miguel Ángel, una pareja residente en Almoradí que acaba de contraer matrimonio en pleno estado de alarma y confinamiento. Son de las pocas parejas que han decidido no aplazar la fecha para las nupcias. La boda, eso sí, estuvo marcada por el Covid-19. A las 12 en punto del pasado sábado, los contrayentes hacían acto de presencia en el Ayuntamiento de Almoradí para la ceremonia civil. Llegaban juntos y entraban por una de las puertas del consistorio que se habían dejado abiertas para que ambos entraran sin tener contacto con nadie más.

Ambos, vestidos con pantalón vaquero y polo blanco, cumplieron las medidas de seguridad que el consistorio marcó para celebrar el enlace: mascarillas y guantes, que no se podían quitar, ni siquiera en el intercambio de anillos. «Salimos con cargo de conciencia porque parecía que nos saltábamos el confinamiento ya que una boda no parece de primera necesidad, pero cada uno tenemos nuestras circunstancias y queríamos ya tener los papeles de casados», explica Magali. Era la tercera vez que la leonesa Magali y el madrileño Miguel Ángel intentaban dar el paso tras llevar 18 años juntos, con dos hijos mellizos de 15 años que no pudieron acompañarles en su día más especial. «Solo podíamos estar nosotros y los dos testigos, una amiga de mi infancia y su marido, y guardando todos el metro y medio de distancia de seguridad».

La sencilla ceremonia se celebró en el salón de plenos del ayuntamiento almoradidense, localidad a la que llegaron por trabajo desde Toledo hace tres años, y fue oficiada por la alcaldesa del municipio, María Gómez, junto a la secretaria (a más de un metro). La novia, con velo y un ramo de flores improvisado, al estar cerradas las floristerías, hecho con un cepillo y un rollo de papel higiénico (uno de los productos más demandados, curiosamente, en esta crisis del coronavirus), estaba nerviosa. «El momento más bonito fue el del sí quiero», recuerda Magali. Tras preguntar si podían besarse, la alcaldesa les dio permiso «vivís juntos, no pasa nada», les dijo.

Magali recuerda con especial cariño las palabras que les dirigió la regidora. «Les dije que si habían decidido casarse en estas circunstancias que seguro que su vida juntos iba a ser muy larga y fructífera», recuerda la alcaldesa, para quien ha sido la boda más peculiar que ha oficiado. Para firmar, el Ayuntamiento les dio un bolígrafo, uno a a cada uno, siguiendo el protocolo contra el virus.

Al salir, ni arroz ni pétalos, directamente a casa a confinarse. Y así fueron felices y comieron... cocido. «Lo que sí descorchamos es una botella de champán con mis hijos Raúl y Lucía». El viaje y el banquete tendrán que esperar. Eso sí, el álbum de fotos siempre les recordará que su boda la marcó la lucha contra un maligno virus.