Escribir poesía siempre me ha supuesto un placer, un reto, una novedad, un juego, una especie de ilusión sencilla. Plasmar en los versos mi sentir, mis afectos y mi manera de ser y de estar, me lleva a atrapar lo que me anda por adentro, a estrujar los sentimientos, a enjugarlos en palabras, a libar mi interior y sacarlo a pasear.
De modo que un buen día, haciendo uso de mi afición poética, empecé a escribirles poemas a los niños que se iban a ir desde mi clase a las escuelas de Primaria. No puedo recordar cuándo ni cómo fue la primera vez, pero sé que surgió como una necesidad. Me costaba dejar de verlos y me sentía mejor si les ponía en las manos este regalo simbólico, estas palabras llenas de vivencias, llenas de ellos mismos, llenas de cariño. Eran poesías regaladas, poesías para decir adiós, poesías de despedida y me brotaban de adentro como una torrentera. Con más alegrías que lágrimas, con más emociones que dudas, con más sentimientos que buenas razones.
Durante un tiempo iba con mi libreta a todas partes, aprovechando los viajes y los ratos de tranquilidad para escribir estos versos cargados de significado y de afecto. Pensaba en un niño o en una niña y me llegaban de inmediato impresiones de sus caras, gestos, o de las complicidades, bromas y palabras que simbolizaban nuestro particular vínculo.
Unas veces el poema salía más descriptivo, otras más metafórico, pero siempre al leerlo el protagonista se hacía presente sin poderlo remediar. De hecho, cuando se los leía por primera vez, les aclaraba que los poemas serían muy distintos entre sí, porque ellos lo eran, y les pedía que me hicieran saber cómo se sentían al escucharlos. Pero generalmente se quedaban sin palabras. Me miraban, sonreían, se tapaban los ojos o los oídos, se ponían colorados, pedían que se los volviera a leer, se emocionaban. Y yo leía entre líneas, entre gestos y entre suspiros que sí que les gustaban, que se sentían identificados y contentos, que les llegaban al corazón.
Aún hoy, si leo algunos de estos poemas, recupero las sensaciones de aquellos momentos. Aún hoy me vienen sus caritas de timidez, de alegría, de perplejidad, de gozo. Aún hoy estos poemas me permiten reconocer y celebrar la realidad de haber sido la maestra de estos niños, de haberme acercado a sus mundos interiores, de haber disfrutado con sus sueños, sus juegos, sus inventos y sus asombrosas particularidades.
Lo cuento porque éste es el modo que yo encontré para hacer durar de alguna forma mi relación con los niños y las niñas que fueron mis alumnos. Al igual que les pedía un pequeño autorretrato para guardar en una caja como si fuera un pétalo de rosa. Pero no es preciso hacerlo de estas particulares maneras, que son las que me identifican a mi. Es cuestión de que cada maestro y cada maestra busquen su propia manera de despedirse de sus alumnos. Da igual que sea con una música, con unas palabras o con un chocolate caliente. Lo que sí que es preciso es dar un final consciente y hermoso al cambio y al adiós. Un final que refleje que el tiempo pasado junto a ellos ha sido un tiempo de relación y de cariño, que nos alegramos de haberles acompañado en sus momentos de crecida y que les deseamos bondades y venturas.
Pero resulta que este curso el virus que nos acecha amenaza con dificultar las despedidas que tantos maestros y maestras podrían hacer a sus alumnos. Así que desde aquí propongo un esfuerzo más, para que no sólo busquemos sendas de encuentro pedagógico, como hemos estado haciendo hasta ahora, sino también de encuentro afectivo, porque es muy importante que cada niño note y sepa que lo estimamos, que lo echamos de menos y que nos disgusta sobremanera no poder verlo, disfrutar de su presencia y darle un beso de adiós antes del verano.
En prosa o en verso, despidámonos de ellos cuando llegue el momento. Y que sea de un modo personal, cálido, amable, único, hermoso.
Juan
Aquí hay un niño de mirar muy brillante
de color de almendrita
de sonrisa galante. Aquí está Juan
Aquí hay un niño de charlar imparable
de sabor milanesa
de pensar impecable. Aquí está Juan
Aquí hay un niño de vocear valiente
de sueños susurrados
de palabras crujientes. Aquí está Juan
Aquí hay un niño de bromear contento
de juegos compartidos
de teatros y cuentos. Aquí está Juan
Aquí hay un niño de correr callejero
de reír con amigos
de bañarse en el Duero. Aquí está Juan
Aquí hay un niño de idear atrevido
de incesantes conquistas
de ombligo divertido. Aquí está Juan
Maia
Luna negra, luna negra
luna de cielos prendidos
la carita de esta niña
esconde sueños perdidos
Luna blanca, luna blanca
luna de cuevas hermosas
la alegría de esta niña
salta en sonrisas preciosas.
Luna negra, luna negra
luna de cielos prendidos
los ojitos de esta niña
se achinan entre suspiros
Luna blanca, luna blanca
luna de cuevas hermosas
la amistad para esta niña
es una cosa valiosa
Luna negra, luna negra
luna de cielos prendidos
las ideas de esta niña
abren lugares dormidos
Luna blanca, luna blanca
luna de cuevas hermosas
se diría que esta niña
es más feliz que una rosa.