Aún está muy lejos de la Roja absoluta masculina, lógicamente, pero la selección femenina de fútbol ha dado un enorme salto de calidad en cuanto a juego y profesionalización en los últimos años. Para comprobarlo, basta con presenciar cualquiera de sus partidos, entrenamientos como el de ayer en el Rico Pérez o el volumen de medios materiales, humanos e informativos que mueve la selección de Jorge Vilda.
Más allá del auge global del deporte femenino, el secreto del éxito hay que buscarlo aquí, tal y como reconocen los dirigentes del fútbol femenino en ésta y otras provincias. La clave es el «modelo Iberdrola», es decir, la apuesta firme y decidida por el deporte por parte de una empresa que trasciende las palabras y buenas intenciones e inyecta cada año unos 3,5 millones para la Primera División española, en la que cada club recibe por temporada unos 180.000 euros por diferentes conceptos. Es cierto que la compañía eléctrica se desgrava luego una gran parte de esa aportación, pero gracias a su aportación la Liga Iberdrola y, por ende, la selección española ganan cada año en competitividad, repercusión e interés.
En Alicante parece casi misión imposible esta suerte de mecenazgo deportivo. Con la honrosa excepción de equipos ilicitanos como el Mustang de balonmano o el ESD Granadas de Elche de voleibol, el deporte colectivo femenino de élite en esta provincia pasa por múltiples penurias y desapariciones por falta de apoyos y los éxitos corresponden a pioneras de disciplinas individuales, desde los tiempos de Isabel Fernández y Míriam Blasco a las actuales María Bernabéu, Sandra Alonso o Alejandra Quereda. Mientras se extiende el «modelo Iberdrola», no queda otra que conformarse con el talento unipersonal. Y que dure...
