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Una escuela individualizada y muy pegada al territorio

El número reducido de alumnos de los colegios rurales hace que las clases sean casi personalizadas. El propio entorno natural es muchas veces el aula

Patio de la escuela de Agres, en una imagen de archivo. JUANI RUZ

Cada día lectivo, a la hora del recreo, mientras los niños salen al patio, los maestros itinerantes se disponen a recorrer «el pasillo» de su centro escolar: la carretera que separa un aulario de otro. Es la realidad de colegios rurales agrupados (CRA) como el de Sella-Orxeta-Relleu, el Azahar (La Matanza y Callosilla, pedanías de Orihuela y Callosa de Segura) y el Mariola-Benicadell (Agres, Alfafara y Gaianes). Cada uno de ellos cuenta con apenas 100 alumnos repartidos entre diferentes localidades, núcleos pequeños para cuyos vecinos la escuela es un estímulo de vida y un tesoro a preservar.

David Mas y Mila Pérez, ambos de Sella, son maestros en el mismo centro rural donde estudiaron Infantil y Primaria. Él, jefe de estudios del CRA, es el maestro especialista de Música, por lo que también da clases en Orxeta y Relleu. Ambos corroboran que la escuela es un pilar fundamental para estos pueblos, al igual que Fernando Martínez Reymundo, director del CRA Azahar, y Nohemí Albuixech, jefa de estudios del Mariola-Benicadell, en sus respectivos centros. En todos ellos se da una característica fundamental: además de una enseñanza casi personalizada -aulas de a lo sumo diez alumnos, a veces de hasta tres cursos diferentes-, un enorme arraigo al territorio y relación con su tejido social.

Mas destaca que «la ayuda de las AMPA, los ayuntamientos y las asociaciones locales es una pasada», con ejemplos como la colaboración de las bandas de música de Orxeta, Relleu y Sella en los festivales de Navidad y fin de curso cediendo sus locales y participando en actividades musicales, o de los clubes de pilota valenciana para que haya una escuela muy activa de este deporte autóctono que agrupa Sella y Relleu. Pero no sólo eso, sino que además «las ciencias naturales no se estudian con libros, sino en el campo, porque lo que pueda decir el libro ya se ve directamente en el bancal». Asimismo, el número reducido de alumnos permite una atención personalizada en caso de necesidades educativas especiales, como en Relleu, donde estudian menores internos en un centro que hay en la localidad, y cuya integración en la comunidad escolar es plena.

Orgullosos «maestros de pueblo»

La celebración de tradiciones locales y el acercamiento a oficios tradicionales es otra constante en estos colegios a nivel cultural. En ese impulso ayuda también el hecho de que muchos maestros sean también «de pueblo», como se definen orgullosos Noelia Llopis y Javi Monzó, maestros del CRA Sella-Orxeta-Relleu. No obstante, incluso los que proceden de ciudad se adaptan, como Adela Soriano, que comenta con ironía que «cuando me dieron plaza en Relleu tuve que buscar dónde estaba, y ahora lo voy a pedir como destino». «Hay interinos que llevan aquí 15 años», dice el director del CRA Azahar. Eso sí, siempre está la espada de damocles de la escasez de matrícula. «Siempre estamos un poco al límite, pero nos mantenemos», dice Nohemí Albuixech sobre el CRA Mariola-Benicadell. «Lograr que la escuela no desaparezca es un reto», afirma Mila Pérez en el caso de Sella. «Si desaparece la escuela se pierde la vida de un pueblo, y eso hay que evitarlo».

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