«Empatía». Ese era el rasgo más característico del carácter de Olivia Manzanaro, según su pareja Luis Ramos. Y con ese recuerdo, unido al de su alegría, su simpatía y su implicación en las causas humanitarias es con el que tanto él como sus dos hijos tratan de acostumbrarse a su ausencia. Una ausencia inesperada, demasiado temprana, una excepción a las macabras reglas del covid-19.

Olivia era joven, tenía 52 años, y no presentaba patologías previas que hicieran presagiar el fatal desenlace producido el pasado 18 de marzo. Poco más de tres meses han pasado y, como es lógico, a Ramos aún le cuesta pasar página de los últimos días en casa con ella y de los que siguieron en el Hospital General de Alicante.

«Pasó una semana con fiebre muy alta, pero no la mandaban al hospital. Empezó el lunes con esa fiebre y el viernes por la tarde ya nos fuimos a Urgencias. Tras hacerle el test y ver que era positivo se quedó en planta, pero el domingo empeoró y la ingresaron en la UCI donde sufrió un paro cardiaco del que ya no pudo recuperarse, y el miércoles falleció», relata Ramos. De hecho, fue la primera paciente del Hospital General de Alicante que ingresó en Cuidados Intensivos por coronavirus

El sentimiento de impotencia aún no se ha diluido, como tampoco lo ha hecho la sensación de «injusticia» porque «yo soy mayor que ella y sin embargo mi test dio negativo».

A la consternación de su familia le siguió la de sus compañeros y amigos en la Universidad de Alicante (UA), donde Olivia Manzanaro era la responsable de las publicaciones digitales en el Servicio de Publicaciones.

Su sentimiento de pertenencia a la UA era profundo, igual que la huella que ha dejado entre quienes la trataron. «Desde joven era muy líder en el movimiento estudiantil», recuerda su pareja, también ligado a la UA como gerente bajo los mandatos de dos rectores, Ramón Martín Mateo y Andrés Pedreño. «Fue representante de los alumnos en el Consejo de Gobierno y también en el Consejo Social. Cuando terminó Derecho, decidió opositar en la escala técnica y desarrollar allí su carrera. Siempre ha estado ligada a la Universidad», resume.

Olivia era una persona muy sociable y esa empatía que destaca Luis Ramos la llevó a relacionarse en distintos ámbitos. «Me habrán llegado unas 600 condolencias tras lo ocurrido tanto de aquí de Alicante como de personas de fuera a las que conocía, lo que no deja de ser una muestra de que era muy querida», cuenta.

Para ella, indica su pareja, «lo primero eran sus hijos, ellos eran su preocupación principal, que salieran adelante sanos y felices». Son Marcos y Manuel, de 16 y 12 años, fruto de una relación anterior. También estaba muy unida a sus tres hermanos. Su padre, Manuel Manzanaro, fue un reconocido pintor en la década de los 70 y los 80. «Él era muy bohemio y su madre se preocupó de que todos los hermanos tuvieran una carrera universitaria, como así fue», explica Ramos.

Su otra pasión, junto a su familia y su trabajo, fueron las causas humanitarias. «Estaba muy implicada, ayudaba en todo lo que podía, siempre estaba dispuesta», señala Luis, con quien compartía también el Rotary Club, donde incluso creó junto a otras socias un comité de rotarias para impulsar iniciativas solidarias que ahora ha quedado en suspenso.

«Ha dejado un hueco para siempre», afirma Ramos, a quien sólo le queda como dice «negociar con uno mismo para seguir adelante». Tras la experiencia vivida, la de tener a su mujer cinco días enferma sin ingresar en el hospital, aún no ha decidido si presentar una reclamación. Si lo hace será con la esperanza de que «todo esto que ha sucedido se traduzca en una mejora del sistema».

Tras darle muchas vueltas, ha sido incapaz de identificar cuándo y dónde se contagió Olivia de coronavirus y tampoco tiene respuesta que explique por qué ella fue la única víctima en su entorno de esta primera oleada, y esperemos última, de esta pandemia. Es más, tras el triste resultado de la infección, la preocupación por las personas con las que Olivia había mantenido contacto los días anteriores al 9 de marzo llevó a Ramos a realizar un rastreo. Nadie había enfermado. Ni los amigos con los que días antes habían salido a cenar ni el resto de los conocidos con los que contactó la semana anterior al 9 de marzo ni sus compañeros en la Universidad de Alicante, que cesó su actividad presencial el día 16. «Lo extendimos hasta 150 personas y podemos decir que Olivia no contagió a nadie», concluye Ramos.

El hecho de tener que pasar el duelo confinados tampoco ha ayudado a una familia que intenta poco a poco retomar la normalidad tras el mazazo sufrido. En el caso de Luis Ramos, recurre a Benedetti para aliviar la pérdida. Cuando la tormenta pase/te pido Dios, apenado,/ que nos devuelvas mejores,/ como nos habías soñado. Así termina el poema que se ha convertido en su asidero a esta nueva normalidad por duplicado que espera a todos los que sienten la marcha de Olivia.