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Los expertos esperan el mayor aumento en años en el consumo abusivo de alcohol

A la crisis económica por el coronavirus se suma que por vez primera hay barreras para que las personas con adicción accedan al sistema sanitario

Los expertos prevén un aumento del consumo de alcohol.

Las crisis son malas compañeras de viaje para quienes sufren cualquier tipo adicción, en especial al alcohol, por ser una sustancia barata y muy accesible. Si al sombrío panorama económico y social que dibuja el coronavirus sumamos las dificultades que en esta pandemia está habiendo para acceder al sistema sanitario, tenemos la tormenta perfecta.

Así lo creen los especialistas que trabajan en adicciones, que advierten de un repunte en el número de personas con problemas de adicción, especialmente al alcohol, como hacía años que no se veía. En asociaciones que trabajan en la rehabilitación de pacientes adictos, ya empiezan a notar un incremento de entre un 30% y un 40% en el número de personas que llaman pidiendo ayuda para ellas o para algún familiar. «Con las crisis económicas no hay vuelta de hoja, se incrementa el consumo de alcohol de forma automática», señala el psiquiatra Bartolomé Pérez Gálvez, responsable de la Unidad de Alcohología del Hospital de Sant Joan. Más consumidores y cuadros más agudos, «porque la gente está angustiada por lo que puede pasar, si no ha perdido ya el empleo».

El antecedente más inmediato que tenemos es la crisis de 2008. Una investigación realizada por la Universidad de Zaragoza y la de las Islas Baleares, comparó la prevalencia de trastornos mentales en Atención Primaria en España, antes y durante esta recesión. «La patología que más incrementó la petición de asistencia en el sistema sanitario fue la dependencia al alcohol, que aumentó un 11%», señala Pérez Gálvez.

Si en la crisis de 2008, el PIB llegó a caer un 3,6%, las previsiones del Banco de España son que pueda llegar a desplomarse hasta el 15% de haber nuevos rebrotes de la pandemia. «De cumplirse las previsiones estaríamos ante una crisis nunca antes conocida».

Pero esta crisis tiene una dificultad más añadida y es que los pacientes lo tienen más difícil para pedir ayuda al sistema sanitario con hospitales, centros de salud y Unidades de Conductas Adictivas blindadas para evitar contagios y con buena parte de la asistencia prestándose a través de medios telemáticos. «El tratamiento de una adicción exige de una relación empática entre el médico y el paciente, que lo que quiere es verte, y eso en estos momentos no se puede al cien por cien porque no puede concentrarse mucha gente en las salas de espera». Una barrera de acceso al sistema sanitario que para Pérez Gálvez hace que nos encontremos «ante un escenario insólito, ya que incluso antes de que existieran las UCA había más posibilidades de acceso». Por eso, este especialista pide que no se recorten medios en la lucha contra las adicciones «y que se saque el máximo partido a lo que tenemos, que trabajemos todo lo que haga falta para poder sacar el las consultas adelante». También que se instalen los medios tecnológicos necesarios para poder atender a los pacientes en condiciones, «pero siempre teniendo en cuenta que todo no se puede hacer por teléfono, sólo lo imprescindible».

En asociaciones como Proyecto Hombre también prevén un aumento en el número de nuevos adictos y de recaídas. De hecho, ya lo empiezan a notar en el número de llamadas que reciben ayuda, que están aumentando de unas 80 al mes a más de un centenar con la pandemia. «Todo para ellos es más complicado, incluso ingresar en una comunidad terapéutica, donde se les exige una prueba PCR que a veces no es fácil de conseguir donde hacérsela. Todo va sumando», explica Consagración Jareño, presidenta de Proyecto Hombre.

En Alcohólicos Anónimos también cifran en un 30% el aumento de llamadas semanales pidiendo ayuda. Muchas veces son las familias las que alertan del problema. «La mujer tiende a beber en casa, a escondidas, y ahora lo tiene más difícil para disimular. Por su parte el hombre hace un consumo más social y ahora tampoco puede salir a beber», señala Jesús, responsable de comunicación de Alcohólicos Anónimos. Aunque en esta asociación, que estos días celebra su 80 aniversario a nivel mundial, han mantenido las terapias por medios telemáticos, no es lo mismo. «Nos falta el abrazo, el contacto físico con alguien que está pasando por lo mismo que tú».

«Los malos pensamientos pueden venir, pero el amor propio está por encima»

Casi un año y medio lleva L. M. D. en tratamiento en Proyecto Hombre para superar una adicción al alcohol que la llevó al más profundo de los infiernos, en el que perdió amigos, trabajo y terminó durmiendo en la calle, cerca del estadio José Rico Pérez. Estos meses no están siendo fáciles. «Tras abandonar la comunidad terapéutica estaba estudiando, salía a correr y estaba en el grupo de mujeres de Proyecto Hombre, donde acudía dos veces por semana». Una vida muy activa que de momento quedó paralizada por culpa de la pandemia. «Al principio tenía una tristeza muy grande que no sabía identificar, pero mi terapeuta me dijo que era normal, lo que me ayudó a tranquilizarme». Además «no hacía más que repetirme que estoy sin trabajo y viviendo en una casa de Cáritas, lo que me faltaba es volver a caer en esto». Aunque sabe de compañeros que han vuelto a consumir, ella trata de poner en práctica todas las herramientas que ha adquirido en estos meses para darle la vuelta a los malos pensamientos. «Esto es como una enfermedad crónica en la que puede haber recaídas, hay que estar preparados y saber combatirlas cuando aparecen». Y es que, por encima de todo, L. M. D. pone el amor propio «El alcohol era como mi amor y en Proyecto Hombre salió a relucir lo malo que realmente era. Eso me dio fuerzas. Lo he pasado tan mal que realmente no quiero volver a estar en la misma situación».

«Es duro afrontar la terapia sin poder ver ni abrazar a los compañeros»

María es su nombre ficticio y tras él se esconde una mujer de 54 años que lleva dos en rehabilitación con Alcohólicos Anónimos. Pese a la cuarentena y la incertidumbre económica, María ha conseguido mantenerse sobria todos estos meses, aunque asegura que seguir la terapia a través de «zoom» no está siendo sencillo. «Lo peor es no poder verte con la gente, hablar, darte un abrazo.... los echo mucho de menos». Asegura que en su caso, la familia y el hecho de no haber perdido el empleo están siendo su salvavidas. «No quiero ni pensar en quien esté pasando por eso solo». Su caso cumple con el estereotipo de la mujer bebedora. «Cuando se marchó mi hijo de casa, entré en depresión y comencé a beber, yo que cuando salía una copa me duraba toda la noche», recuerda. Su marido se dio cuenta de la situación y fue el primero en ayudarla a salir del pozo. «Después llegó Alcohólicos Anónimos, donde me hicieron ver que no era una borracha, sino una enferma. Ya en la primera sesión dejé de beber».

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