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La joven excelencia universitaria

Solo siete de los 291 catedráticos de la Universidad de Alicante tienen menos de 45 años

Los siete jóvenes catedráticos de la UA posan en el campus. héctor fuentes

«No es algo que te plantees, vas haciendo proyectos, sale la acreditación y te presentas, pero es el día a día de nuestro trabajo, no piensas en llegar más joven a la cátedra», explica Jorge Pomares, catedrático de Física, Ingeniería de Sistemas y Teoría de la Señal en la Universidad de Alicante (UA). «Mi objetivo al obtener la cátedra fue crear un grupo de investigación de robótica asistencial y médica en el que desarrollar humanoides con capacidad de movimiento y precisión similares a los humanos», cuenta.

La particularidad de Pomares, a la que resta importancia, es que no ha cumplido los 45 años y en estos momentos solo hay otros seis catedráticos en la misma situación en la institución de los 291 acreditados con el máximo nivel académico. Pertenecen a distintos ámbitos del conocimiento y todos, salvo Joaquín Silvestre, catedrático de Química Inorgánica, han pasado por todos los escalones -ayudante doctor, profesor colaborador, profesor titular y por fin catedrático-. En el caso de Silvestre entró en el programa de excelencia Ramón y Cajal, con lo que el siguiente paso fue sacarse la plaza de titular.

La mayoría coincide en que se trata de «una carrera de fondo y de obstáculos que vas superando», en la que juegan un papel importante el apoyo del departamento y de la familia y la suerte de «caer» en un grupo en el que el catedrático sea generoso, ayude y facilite cosas como firmar como investigador principal algunos proyectos. Porque para ser catedrático se debe obtener la acreditación de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca) que exige ciertos requisitos según las ramas pero que en todo caso pasa por más de 40 publicaciones de investigación, un mínimo de horas de docencia y experiencia en cargos de gestión. Además de estancias en el extranjero. Cuando lo superan deben esperar a que la Universidad saque la plaza y obtenerla mediante un examen ante un tribunal.

La catedrática en Química Inorgánica María Ángeles Lillo lo explica de forma gráfica. «Yo he tenido la suerte de que mis dos directores de tesis, Ángel Linares y Diego Cazorla, en lugar de irse solo ellos en business a los congresos alquilaban una furgoneta y nos llevaban a los quince del grupo. No cobraban las dietas para que pudiéramos ir todos. Han sido muy generosos. Me han dado muchas oportunidades. Si no tienes referentes es mucho más duro». Gracias a eso y a su esfuerzo hoy pide sus proyectos e investiga materiales para resolver problemas medioambientales y energéticos. Silvestre también contó con el apoyo de Francisco Rodríguez Reinoso y su trabajo se centra en investigar materiales porosos para capturar Co2 y almacenar gas natural, así como al desarrollo de materiales para biomedicina. En su opinión, las administraciones y la propia universidad deberían apoyar más a los investigadores jóvenes para evitar situaciones precarias y potenciar el talento. «No ha sido mi caso pero aún existe cierto patriarcado que impide a muchos jóvenes volar por su cuenta y al final se quedan en un limbo que les impide pedir proyectos competitivos porque para eso se necesita tener un gran grupo detrás».

Es lo que el director del departamento de Física, Ingeniería de Sistemas y Teoría de la Señal, Sergi Gallego, que posiblemente batió récords al llegar a catedrático a los 38 años, califica como «el gran déficit de la ciencia en España». «Cuando logras un proyecto obtienes mucho dinero para instrumental y poco para contratar personal», lamenta. «Es una pena porque en muchas ocasiones tenemos el conocimiento pero no lo podemos llevar a cabo», añade.

Su grupo trabaja en holografía y fotónica. «Es un campo con muchos retos por delante, pero nos falta gente. Si el siglo XX fue el de la electrónica el XXI es el de la fotónica, el de la luz. Casi todas las comunicaciones son por luz, por fibra óptica», apunta. Ahora se encuentra inmerso en un proyecto nacional para crear dispositivos de realidad aumentada con fotónica y para desarrollar biosensores con materiales ópticos. Además, colabora con Huawei y Bayern en distintos proyectos.

En cuanto a los retos de la docencia, Gallego asegura que «los alumnos llegan preparados y tienen habilidades, aunque siempre nos gustaría que supieran más». «El reto de la Universidad no es solo prepararlos para el mercado laboral sino para la vida en general», opina. La catedrática de Derecho Financiero y Tributario, Aurora Ribes, lo corrobora. «Nuestra misión, además de transmitir conocimientos, es enseñar a los alumnos a pensar, relacionar y deducir para que luego sepan desenvolverse en su profesión y en la vida». De hecho, el cambio más grande que ha detectado desde su época de estudiante a ahora es el enfoque hacia la formación práctica. Reconoce que en el campo de las ciencias sociales y jurídicas «es difícil promocionar y llegar a catedrático para una persona joven porque existen determinadas dinámicas e inercias que cuesta cambiar». Ribes iba para juez pero asistir a un seminario de fiscalidad internacional impartido por María Teresa Soler «me descubrió un mundo que me apasionó». Soler le dirigió la tesis y se convirtió junto a la actual vicerrectora Amparo Navarro en su «referente». «Ellas nos abrieron camino a las demás», agradece. Su próximo proyecto de investigación unirá fiscalidad e Inteligencia Artificial porque otro de los cambios importantes en el mundillo universitario es la creciente transversalidad de las investigaciones y los equipos.

Otra mujer catedrática, en este caso de Salud Pública y vicedecana, Carmen Vives, pone el acento en la necesidad de apoyo en los años de promoción académica. «Cuando me acredité tenía dos hijos pequeños y gracias al apoyo de mi familia pude llevarlo, pero veo compañeras brillantes que se ven obligadas a frenar sus carreras», alerta. Socióloga de formación, sus trabajos giran en torno a los factores sociales que influyen en la salud y está especializada en violencia de género. Tiene en marcha dos proyectos internacionales y otro nacional para diseñar una intervención que promueva las relaciones saludables entre los jóvenes.

El catedrático en Ingeniería Civil Roberto Tomás también lo tuvo complicado porque en su caso carecía de catedráticos de referencia en su área específica y le tocó montar el departamento. En sus investigaciones aplica las nuevas tecnologías para el estudio de los riesgos geológicos, utilizando desde satélites a drones, lo que le permite actuar en la provincia pero también en el AVE de Pekín. Otro de sus retos es captar vocaciones, que han caído en los últimos años en pro de las carreras tecnológicas. «Si el número de estudiantes no aumenta en un futuro no habrá suficientes ingenieros civiles, teniendo en cuenta que jóvenes formados se han marchado al extranjero a trabajar», advierte. .

Estos siete «alumnos aventajados» reclaman más apoyo financiero y menos burocracia para agilizar las investigaciones. De ello depende en buena medida su contribución al avance de la sociedad.

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