¿Querría usted el trabajo que le aguarda a Pedro Sánchez? A excepción de la solución Soleimani, se ha recurrido a todos los trucos imaginables para dinamitar la investidura que solo un temerario se atrevería a conquistar, o a desear. Es la primera coronación que gana el líder del PSOE, en el doble sentido de que llevaba cinco votaciones anteriores frustradas y sobre todo, de que su precaria mayoría le obligará a ser investido semanalmente. O a diario, en un análisis menos optimista.

Con motivo de la elección de Obama, la revista satírica The Onion tituló que "Le dan el trabajo más duro del país a un negro". Si España estuviera para bromas, cabría expresarle las condolencias a Sánchez. Por la mínima, el Congreso ha derrotado a las maquinaciones de la Junta Electoral Las leyes de la suma, de votos en este caso, son más poderosas que cualquier legislación humana.

Una de las propiedades de la suma de votos es la conmutatividad. Es lícito hablar de una alianza entre PSOE, comunistas y filoetarras, siempre que se admita simultáneamente otra fraternidad emotiva entre PP, Puigdemont y los anarquistas de las CUP, todos ellos anudados en la negación de Sánchez. La controversia se atenúa al recordar que el trabuco y el trabucaire siempre unirán a España con Cataluña.

Sánchez vive al límite, pero en esta ocasión se ha activado al comprender que cargará con las culpas universales, construya un Gobierno o no. Ante esa disyuntiva, ha preferido por lo menos gobernar. En el género de ficción de los sondeos electorales cuando no hay elecciones, se publican encuestas que apuntan a un crecimiento simultáneo de Podemos y Vox, culpando al líder socialista de ambos fenómenos paranormales. Ni rastro de la demanda de responsabilidades a Pablo Casado, por el desmoronamiento de la derecha oficial.

En cuanto al apoyo recíproco, cabe recordar que ERC vota la investidura de su carcelero, por proporcionada que sea la condena y dado que su presidente Junqueras lleva dos años en la cárcel con la voluntad expresa de la Abogacía del Estado a las órdenes del Gobierno. Bajando el volumen de los alegatos de plaga bíblica escuchados en el Congreso, cabe invertir la pregunta para plantearse por qué los partidos minoritarios apoyan al PSOE, cuando saben que ni siquiera puede esbozar las promesas barajadas en las negociaciones. Simplemente, porque estas formaciones son conscientes de que gran parte de sus votantes se han decantado por los socialistas en otras elecciones.

El PP puede insistir en la vigencia de un terrorismo etarra y de un procés ya extinguidos, con lo cual empuja hacia el PSOE a los dos partidos que pretenden alejarse al máximo de la violencia y la unilateralidad. En efecto, se trata de los abertzales y ERC, que porfían por trasladarse del eje identitario al ideológico.

El juego de trinos entre Iglesias y Sánchez no ha silenciado el atronador choque de trenes de la investidura. Sin embargo, el morbo se desplaza hacia la captación de ERC, sin la que ha quedado claro que el PSOE no iba a lograr su objetivo. Gracias a que existe un precedente para cada acontecer histórico, la aparente contradicción recuerda los canales directos de contacto que mantenían el presidente estadounidense Johnson y Martin Luther King, mientras las autoridades reprimían con violencia las manifestaciones por la igualdad racial. La política consiste en dialogar con los adversarios y protegerse de los correligionarios. Véase a Tamaya Oramas, la conversa al no.

Aunque la estrechísima contabilidad apunte a lo contrario, el Gobierno neonato no libra una batalla contra los votos, sino contra el tiempo. Cada día de supervivencia será un éxito. A este fin, la autodenominada Coalición Progresista se verá beneficiada por su programa, realista en cuanto irrealizable.

Si Cristina Pedroche aborda la "emergencia climática" en su desnudo de Nochevieja, la izquierda que según la derecha también está desnuda puede incluir sin problemas el "cambio climático" en su programa. Tanto en el caso de la pensadora televisiva como del Gobierno, sin temor a que sus osadías respectivas puedan alterar en lo más mínimo el desequilibrio atmosférico. Sin olvidar que lo mejor que puede hacer España por el cambio climático es prohibir el turismo, con lo que aplicaría una extraña máxima de Heidegger, por citar a un filósofo no comunista ni nudista.

Insistir en que España vive la situación más difícil de su historia es un ejercicio de amnesia, hacia turbulencias sísmicas que no merecen tal desconsideración. Es más exacto y modesto concluir que el país ha vivido sus Navidades más agitadas, y que hasta los partidos populistas han coincidido en referirse a las festividades navideñas por su nombre, aunque los discursos se hayan escorado hacia el Apocalipsis de San Juan. Ante la tormenta desatada en el preludio de 2020, puede que Sánchez no tenga futuro, pero tiene un montón de presente.