El comisario Joan Carles Molinero, el último mando de Mossos en declarar en el juicio del "procés", ha terminado de configurar la imagen de un cuerpo que se situó al lado de la ley con un dispositivo aceptado por todos y frente a un Govern que decidió seguir adelante el 1-O pese a sus avisos de altercados.

El que fuese uno de los hombres más cercanos al mayor Josep Lluís Trapero ha sido el encargado de abrir una jornada en la que han desfilado 14 guardias civiles que han narrado que sufrieron patadas, puñetazos y otras agresiones durante su intervención para frenar el referéndum.

Antes que ellos, el comisario Molinero no se ha salido del guión al ratificar, punto por punto, la declaración de sus compañeros de Prefectura y al apuntar de nuevo al expresident Carles Puigdemont como la persona que supo por ellos que podría haber "conflictividad social" y "enfrentamientos" el 1-O y aun así siguió adelante.

Se lo comunicaron en las ya famosas reuniones del 26 y 28 de septiembre de 2017, en la última de las cuales Trapero advirtió a Puigdemont: "Espero, presidente, que el domingo no haya ninguna desgracia importante que tengamos que lamentar".

La respuesta de Puigdemont, a quien le pidieron que desconvocase el referéndum, fue la misma que ya adelantó ayer el comisario Ferran López, que "si se daba esa situación límite y se producía esa desgracia, procedería a declarar la independencia de Cataluñaen aquel momento".

Molinero, quien ha señalado que los estudios de riesgo también alertaban de posibles incidentes si el 1-O se desconvocaba, ha garantizado que, a pesar de la posición del Govern, el entonces conseller de Interior Joaquim Forn nunca intentó influir en los Mossos y estos nunca actuaron para "complacer" a nadie.

Estaban comprometidos con el "cumplimiento de la legalidad" e incluso se plantearon comunicarlo públicamente.

Imputado en un juzgado de Cornellá (Barcelona) por presunta pasividad el 1-O, Molinero ha hecho una férrea defensa de la actuación de los Mossos y ha asegurado que eran parte de un dispositivo "conjunto" y "sin precedentes", basado en un primer momento en binomios de agentes desplegados en los colegios.

Precisamente la configuración de solo una pareja en cada escuela ha sido objeto de crítica constante en el juicio pero, según la versión de Molinero y el resto de mandos, fue validada y aceptada sin reproches por el coordinador policial, el coronel Diego Pérez de los Cobos.

Nunca "espiaron" a las otras fuerzas

El comisario, ya fuera de la Prefectura de los Mossos, ha reiterado que nunca "espiaron" a las otras fuerzas y que si hubo informaciones sobre los movimientos de sus unidades fue para asegurarse de que salían de su alojamiento ante quienes intentaban boicotearles.

Pero, frente a la imagen proactiva de los Mossos que ha trasladado Molinero, varios guardias civiles que intervinieron el 1-O en diversas localidades catalanas, como Dosrius, Sant Esteve Sesrovires o Sant Carles de la Ràpita, han señalado que aquel día, sobre el terreno, ni les auxiliaron e incluso alguno llegó a enfrentarse a ellos.

Los agentes citados este jueves, muchos heridos el 1-O, han rebatido el relato pacífico de cánticos, manos en alto y resistencia pasiva que han tratado de probar las defensas en sus interrogatorios.

Si mantenían las manos en alto, les "daban patadas por lo bajo" y más que gritos de "som gent de pau" escuchaban insultos y amenazas de muerte.

Según su relato, tampoco arrojaron a ciudadanos al suelo, sino que éstos se tiraban para golpearles; los congregados no estaban parados frente a la línea de seguridad de los agentes, sino que les trataban de arrebatar los escudos y nada de recibirles tranquilos, sino con barricadas y tractores.

Después, han precisado, acometían con violencia a los agentes: lanzamientos de sillas metálicas y piedras, patadas en la cabeza, cabezazos en la ceja, puñetazos en la boca, golpes con una muleta y arañazos en la espalda, donde acababan los chalecos. Daba la impresión de que se habían leído un "manual de guerrilla urbana", ha dicho un agente.

Muy incisivas, las defensas les han preguntado si usaron sus defensas y varios así lo han reconocido, pero "para evitar las agresiones que recibían" o para intentar recuperarlas e, incluso, hubo dos intentos de sustraerles las pistolas, que se evitaron gracias a los sistemas de seguridad.

Y cuando les han cuestionado su actuación delante de niños, un agente ha recordado cómo uno de 8 y 9 años "aplaudía" todo lo que gritaba su padre, cuya mirada de "odio" no vio nunca en los muchos años que pasó "en el País Vasco cuando había atentados cada semana".

Contusiones, esguinces e incluso dos protusiones en las cervicales por una patada en la cabeza engrosan la lista de lesiones que los agentes han reportado, aunque las defensas han cuestionado que en dos casos no apareciese rastro de ellas en los partes.

"La doctora que nos atendió no quiso valorarnos mucho", ha respondido al respecto uno; "la doctora en primera instancia no nos quiso atender", ha añadido otro.

Mientras tanto, algunas defensas cerraban sus intervenciones diciendo: "Ya lo veremos en los vídeos".

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