Hijas, nietos, sobrinos. Una veintena de personas han recibido este martes certificados de reparación y reconocimiento personal como familiares de once víctimas de la Guerra Civil y la dictadura franquista con una esperanza conjunta: que sus cuerpos sean exhumados del Valle de los Caídos, en Cuelgamuros.

En la ceremonia organizada en el Ministerio de Justicia ha habido abrazos, alguna lágrima y fotografías en blanco y negro para recordar a once hombres que fueron ejecutados o murieron en combate y que, tras muchas décadas, siguen ocultos en Cuelgamuros, donde fueron enterrados en la mayoría de los casos sin conocimiento ni consentimiento de las familias.

En un acto solemne han sido homenajeados Rafael Abril Avo, Antonio Arrizabalaga Ugarte, Aquilino Baragaño Monte, los hermanos Antonio y José Cansado Lamata, Pedro Gil Calonge, Juan González Moreno, Leonardo Manuel Herrero Martínez, Antonio Marco Viedma, y los hermanos Antonio y Manuel Lapeña Altabás.

Sólo estos dos últimos, cenetistas naturales de Villarroya de la Sierra (Zaragoza) y fusilados por las tropas franquistas en 1936, tienen una resolución judicial que avala su exhumación, una sentencia "humanitaria", en palabras de la ministra de Justicia, Dolores Delgado.

Ha sido ella quien ha entregado los certificados a los familiares y ha defendido las políticas de memoria "frente al silencio y el olvido".

El objetivo de estos reconocimientos, ha subrayado, es "recordar la historia de nuestro país que fue tanto tiempo silenciada, para reparar la memoria, recuperar la dignidad y cumplir con el reconocimiento de las víctimas".

Muchos de los presentes hoy han dados ya sus muestras de ADN, el primer paso para crear un banco nacional con perfiles genéticos de familiares y víctimas de la Guerra Civil y del franquismo, "para localizar a los olvidados y permitir la identificación de miles de cadáveres que aún permanecen tirados" en cunetas y fosas comunes, ha recalcado Delgado.

La fosa común más grande es el Valle de los Caídos, y varias de las personas que hoy se han acercado a Justicia tuvieron ocasión el pasado 26 de febrero de visitar por vez primera la cripta en la que están los restos de sus familiares y conocer de primera mano los trabajos iniciados para su exhumación.

Patrimonio Nacional, explica a Efe el abogado Eduardo Ranz, ha reconocido ese derecho ya a 18 personas después de la sentencia del Juzgado de primera instancia número 2 de San Lorenzo de El Escorial, que autorizó la exhumación de los hermanos Lapeña hace ya tres años.

A sus 85 años, Mercedes Abril ha sido una de los familiares que ha podido acercarse a la cripta de Cuelgamuros, donde esté enterrado su padre, Rafael Abril, y ha sido, como ha subrayado, emocionante.

"Vi allí a tantas y tantas personas y pensé que allí estaba mi padre, a pocos pasos de mí después de tantos años", cuenta hoy, recordando que el día que lo detuvieron ella tenía tres años, y su padre, ferroviario que fue ejecutado extrajudicialmente, la llevaba en brazos.

Su único anhelo ahora, asegura, es poder recuperar sus restos para enterrarlos junto a su madre tras 82 años "escondido" en el Valle de los Caídos.

"Yo quiero aguantar por lo menos hasta que venga conmigo", repite no lejos de Mercedes Francisca González Nieto, quien tenía poco más de cuatro meses cuando a su padre, Juan González Moreno, lo reclutaron para combatir en el bando franquista, después de que sus dos hermanos mayores fueran reclutados para el republicano.

Agricultor de Arriate (Málaga), sus restos acabaron años después de morir en la guerra también en el Valle de los Caídos.

Francisca, aferrada a la foto de un padre que no conoció más que por sus cartas y por los recuerdos de su madre, asegura que hoy está "contenta, loca": sabe dónde se encuentra y está a la espera de que le tomen muestras de ADN.