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Arzalluz, el nacionalista vasco que viró del pactismo al soberanismo

El histórico líder del PNV contribuyó a los consensos de la Transición y años después giró a posiciones más radicales

Xabier Arzalluz ha fallecido en Bilbao a los 86 años. EFE

El fallecimiento de Xabier Arzalluz supone la pérdida de una figura capital en la política vasca y también muy influyente en el espectro nacional. Líder del Partido Nacionalista Vasco desde 1980 a 2004, mostró su vertiente más pragmática y moderada en la Transición y giró hacia posturas más radicales a partir de la segunda mitad de los 90. Hombre de carácter poliédrico y siempre polémico, para unos destacó por su afán negociador para tejer acuerdos mientras que para otros ejemplificó la soberbia del nacionalismo con los constitucionalistas.

Procedente de una familia carlista, su educación religiosa le llevó a ordenarse sacerdote, pero posteriormente abandonó la carrera eclesiástica para dedicarse a la actividad política

Nacido en el seno de una familia carlista en Azkoitia (Guipúzcoa), su educación religiosa en los jesuitas le llevó a ser ordenado sacerdote en 1967. Su padre, conductor de autobuses, secundó el golpe de Estado de 1936 contra la República en su pueblo. "Yo nunca he renegado de mi padre. Creo que fue fiel a una línea del país. Quien más quien menos ha tenido un antepasado carlista. Incluso mi bisabuelo estuvo condenado a ocho años por sedición. En mi casa no se hablaba el castellano, y mi padre luchaba por unas ideas que habían sido correctas hasta hacía poco, pero no fue capaz de captar las nuevas", explicaba el propio Arzalluz en 1984.

Xabier Arzalluz, durante un mítin electoral en Barakaldo. EFE

Arzalluz sustituyó la carrera eclesiástica por la política. Licenciado en Derecho y Filosofía por la Universidad de Zaragoza, se afilió al PNV en 1968, "una época nada fácil", como recuerda el periodista bilbaíno Gorka Angulo, gran conocedor de la política autonómica y autor del libro 'La persecución de ETA a la derecha vasca'. Comenzó a dar clases en la Universidad de Deusto y a ocupar cargos de responsabilidad en las ejecutivas clandestinas del PNV en las postrimerías del franquismo, pero su nombre se hizo conocido por ser el rostro visible del partido en los procesos negociadores de la Transición.

Iñaki Anasagasti, ex portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, recuerda su discurso en favor de la Ley de Amnistía de 1977, un texto que contempló también la no persecución jurídica de los crímenes franquistas. "Una amnistía de todos y para todos, un olvido de todos y para todos", señaló entonces Arzalluz, en defensa de una "reconciliación que no debe admitir ningún protagonismo". "Sin discursos como ese, quizás la Transición no podría haberse desarrollado como se hizo", defiende Anasagasti. El propio ex ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, le definía este jueves como "coautor de la convivencia pacífica" en la Transición. Eran los tiempos del Arzalluz más posibilista, que participó en los debates para allanar el camino a una Constitución que traería consigo el desarrollo de un Estatuto de Autonomía, el gran objetivo del nacionalismo vasco. En el referéndum constitucional de 1978, el PNV solicitó a sus militantes y simpatizantes que se abstuviesen.

La traumática escisión del PNV en 1986 - que dio origen a una formación socialdemócrata, Eusko Alkartasuna, alejada del ideario democristiano del PNV - ya dejó entrever que el liderazgo de Arzalluz era resistente y no concedía apenas espacio para disentir. Mientras José Antonio Ardanza ejercía como lehendakari de consenso en sucesivos gobiernos con los socialistas, Arzalluz empezó a aglutinar el mensaje cada vez más radical de la línea abiertamente soberanista del PNV, aunque al mismo tiempo lanzara mensajes en defensa de la pluralidad de la sociedad vasca. Episodios que, como recuerda Angulo, se volvieron cada vez más frecuentes con la llegada al poder del PP en 1996. "Era una persona querida y odiada al mismo tiempo", asegura el periodista, miembro del equipo del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo en Vitoria.

Arzalluz estrecha la mano de Otegi y Garaikoetxea tras alcanzar un pacto de legislatura con la izquierda abertzale y Eusko Alkartasuna en 1999. EFE

El PNV y los nacionalistas catalanes secundaron la investidura de Aznar tras unas negociaciones de las que Arzalluz se jactó asegurando que había logrado más concesiones en aquel proceso que en 14 años de Gobierno de Felipe González. El asesinato, a manos de la banda terrorista ETA, del concejal popular Miguel Ángel Blanco un año ensanchó su profunda antipatía por el PP, al entender que los populares trataban de servirse de aquellos hechos para desbancar al PNV del poder. El entonces parlamentario por el PP vasco, Carlos Iturgaiz, se muestra muy crítico con él.

"Yo estaba en la Mesa de Ajuria Enea y llamé a todos los líderes políticos para hablar con ellos. Arzalluz nunca quiso ponerse al teléfono. Despreciaba al PP vasco. En los tiempos a los que a la gente del PP en el País Vasco nos mataban como a gorriones con chimbera, él nunca tuvo un gesto de afecto con nosotros", indica Iturgaiz. Ambos mantuvieron un tenso encuentro en las escalinatas del Ayuntamiento de Bilbao al término de la manifestación de repulsa por el asesinato de Blanco, como recuerda el ahora eurodiputado del PP. "Se empezó a corear el grito de 'Vascos sí, ETA no' y Arzalluz me dijo que los que gritaban eran manifestantes traídos por nosotros en autobús desde Madrid", recuerda.

Participó en el proceso negociador de la Transición, que allanó el camino a la Constitución, y años más tarde apoyó el 'plan Ibarretxe', que incluía el derecho a decidir y que contribuyó a fracturar a la sociedad vasca

"No es verdad que mostrara tibieza frente a ETA. Él siempre buscó la paz. Toda su prédica política se resumía en que ETA tenía que acabar", dice Anasagasti, que sí admite que en su última época Arzalluz se convirtió en un "político maximalista". En 1998, secundó la firma del denominado Pacto de Estella con la izquierda abertzale, que ETA apoyó explícitamente días después anunciando una tregua. El acuerdo abría la puerta a la autodeterminación del País Vasco con la banda terrorista aún activa y arrinconó a los partidos constitucionalistas. "Llegó una ofensiva terrible de Mayor Oreja y eso contribuyó a consolidar los puntos de vista de Arzalluz", dice Anasagasti. "Él sabía muy bien lo que quería. Una Euskal Herria de nacionalistas para nacionalistas y en la que los vascos que nos sentimos españoles le estorbábamos. Recuerdo que me dijo que ETA eran unos patriotas, descarriados, pero patriotas al fin y al cabo y que con ellos también iban a desarrollar un proyecto compartido", le rebate Iturgaiz.

Arzalluz apoyó también el 'plan Ibarretxe', que buscaba implementar el derecho a decidir y terminó por acrecentar la división social entre nacionalistas y no nacionalistas. En 2004 dijo adiós a la política y perdió el pulso interno para tutelar el nuevo liderazgo del PNV. Apoyó sin fisuras a Joseba Egibar, defensor de las tesis soberanistas, frente a Josu Jon Imaz, que encarnaba la versión más pragmática del PNV. Venció Imaz y Arzalluz se marchó sin ruido, pero conservó su influencia -pretendida o no- sobre buena parte de la militancia del PNV. Casado y con tres hijos, residía en el centro de Bilbao. En los últimos tiempos, calificó de "admirable" el proceso independentista en Cataluña y señaló que el Estado no había ofrecido "solución a las naciones", en alusión a la propia comunidad catalana y al País Vasco.

Aznar saluda a Arzalluz momentos antes de una de las reuniones en Moncloa en 1996. EFE

Las negociaciones para investir a Aznar en 1996

Tras las elecciones de 1996, el PP logró 154 escaños y el PSOE 141 diputados. Aznar no disponía de la mayoría deseada y abrió conversaciones con CiU y PNV. Arzalluz participó en aquellas negociaciones, que se resolvieron con el apoyo de los nacionalistas catalanes y vascos a la investidura de Aznar. "Aquella fue una campaña durísima y ese acuerdo fue un ejemplo de cómo hacer de la necesidad virtud en política", recuerda Anasagasti. "Aznar nos necesitaba. Cada uno puso encima de la mesa sus reivindicaciones y Arzalluz, que era un político sin complejos, fue capaz de ir a Génova 13 - la sede nacional del PP - , a negociar", subraya el ex portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados. Los nacionalistas vascos consiguieron desbloquear, a cambio de su apoyo, la reforma del Concierto Económico, el instrumento jurídico recogido en la Constitución que regula las relaciones tributarias y financieras entre la Administración General del Estado y el País Vasco. Arzalluz expresó después que confiaba más en un "castellano viejo como Aznar" que en Felipe González. Sin embargo, las relaciones se resquebrajarían después por las distintas visiones que Arzalluz y Aznar tenían sobre el problema del terrorismo de ETA.

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